BURKE, Edmund, Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello, estudio preliminar y traducción de Menene Gras, Madrid, Alianza, 2005, 229 pp., 17,4 x 11 cm., ISBN 84-206-5894-4.

 

Esta es una obra de referencia en la estética prekantiana. Comienza con un discurso introductorio sobre el gusto, que Burke analiza desde presupuestos perceptivos. Afirma que el placer de todos los sentidos es el mismo en todos los hombres. Asimismo, en la medida en que el gusto pertenece a la imaginación, su principio es también el mismo en todos los hombres. Lo que llamamos gusto, para Burke, no es una idea simple, sino en parte hecha de los placeres primarios de los sentidos, de los placeres secundarios de la imaginación y de las conclusiones de la facultad de razonar, de ahí que estudie las causas de un gusto incorrecto, tales como falta de juicio.

Después establece el dilema entre lo bello y lo sublime, también desde una dimensión fisiológica y psicológica y ésta es su gran aportación a la estética. En este tratado analiza el placer y el dolor y otra serie de cuestiones pasionales. El efecto de lo sublime es el asombro y, derivadamente, admiración, reverencia y respeto, elementos tomados del ámbito religioso, como queda claro en el discurso de Burke, y analiza las causas de lo sublime. Y luego, la belleza, como diferente de lo sublime, entendida como cualidad de los cuerpos por la que éstos causan amor o alguna pasión parecida, que, frente a lo defendido por la tradición griega (salvo Plotino) no tiene que ver con la proporción, ni con la adecuación. La belleza, para Burke, es alguna cualidad de los cuerpos que actúa mecánicamente sobre la mente humana mediante la intervención de los sentidos. Las propiedades de los objetos bellos son la pequeñez, la lisura, la variación gradual, la delicadeza, determinado tipo de color. Analiza también las causas eficientes de lo sublime, lo bello y de otras sensaciones. En la última parte estudia las palabras. La edición termina con índice onomástico y temático.

Desde luego conviene releer esta obra, que está en la base de la estética contemporánea, y no sólo porque Kant se inspirase en ella, sino porque aporta pistas que pueden haber quedado oscurecidas por el éxito del kantismo.

 

Sixto J. Castro