CARROLL, Noël, Filosofía del terror o paradojas del corazón, traducción de Gerard Vilar, Madrid, Antonio Machado Libros, 2005, 447 pp., 21,8 x 13,8 cm., ISBN 84-7774-645-1.

 

El objeto de este libro es “investigar el género de terror filosóficamente” (p. 24). Desde la novela gótica y otras semejantes del siglo XVIII, especialmente El castillo de Otranto de Horace Walpole el terror se ha impuesto como género propio. En el ámbito del cine, Nosferatu supuso un hito, pero contemporáneamente hay que hablar, sin duda, de El exorcista, una de las cumbres del género. En la presente obra, Carroll supone que el género está diseñado para producir un efecto emocional, que él trata de aislar, a la par que intenta mostrar que las estructuras características, la imaginería y las figuras del género están dispuestas para causar la emoción que llama “terror-arte” (frente al “terror natural”). La obra se divide en cuatro capítulos. El primero explica la naturaleza del terror, especialmente con relación a la emoción del terror-arte, un estado emocional causado por el pensamiento en un monstruo que es amenazador e impuro, es decir, repugnante, a diferencia del miedo-arte, que no incluye esta característica. Carroll considera que los personajes del terror son una violación categorial, es decir, no caben dentro de nuestras categorías culturales ni naturales, de ahí que se detenga en el análisis de las características que deben identificar a un monstruo, como la fusión (una especie de condensación freudiana), la fisión (espacial y temporal), la magnificación, la masificación y la metonimia terrorífica

El segundo capítulo presenta la paradoja de la ficción: por qué sentimos miedo de lo que no existe (primera paradoja del corazón), es decir, el status ontológico de los seres de ficción. Comienza estudiando la teoría de la ficción como ilusión y sus problemas ( y dentro de ella la suspensión voluntaria de la incredulidad), la teoría de la respuesta a la ficción como fingimiento (representada por Kendall Walton, así como la cercana teoría ilocucionaria de la ficción) y sus problemas, y expone su propia posición: la teoría del pensamiento acerca de las respuestas emocionales a la ficción (pensamiento entendido como el sostener una proposición no asertivamente, frente a creencia, que supone sostener esa proposición asertivamente): los contenidos del pensamiento pueden generar emociones auténticas (pensamiento y creencia son separables), el sentido (no la referencia) de las sentencias de la ficción de terror es el que despierta nuestras emociones. La teoría del pensamiento resolvería el problema de cómo podemos tener miedo de la ficción, sin creer en la existencia de las ficciones aterradoras. Desde aquí, Carroll muestra los problemas que tiene la teoría de la identificación con el personaje para explicar los estados emocionales del público y defiende la asimilación

El tercer capítulo repasa las tramas más típicas del género, las estructuras narrativas abstractas que subyacen a los distintos subgéneros del terror: la trama del descubrimiento complejo (presentación, descubrimiento, confirmación y enfrentamiento) y las variaciones de la misma: la trama del descubrimiento (presentación, descubrimiento y enfrentamiento, sin confirmación), la trama de confirmación (presentación, descubrimiento y confirmación), así como una trama tripartita que carece del descubrimiento y otra que carece de presentación, o las distintas combinaciones bipartitas o incluso de sólo presentación. Estudia también “la trama del transgresor” (sobre el conocimiento prohibido), y la relación entre terror (cuyo objeto es un monstruo) y suspense (cuyo objeto es un acontecimiento), para pasar al análisis de lo fantástico (que oscila entre explicaciones naturalistas y sobrenaturales, ausentes aquellas del terror).

El último capítulo se pregunta por qué nos exponemos al terror (segunda paradoja del corazón), es decir qué es lo que nos atrae del terror. Examina algunas de las respuestas al respecto: el terror como miedo cósmico, la analogía con la experiencia religiosa, lo atávico, todas ellas insuficientes, y presta especial atención al psicoanálisis, que sostiene que la repulsión que provocan las criaturas de terror es el medio a través del cual se asegura el placer profundo, mostrando la insuficiencia de esta explicación. Finalmente propone su propia tesis basándose en Hume y Aikins. Se trata de una teoría doble, formada por una teoría universal (lo que lleva a buscar el terror es la fascinación) y una teoría general (acerca de la fascinación y la curiosidad): la forma en que los seres terroríficos que definen el género dominan nuestro interés, fascinación y curiosidad, placeres éstos que sobrepasan todos los sentimientos negativos que dichas criaturas hacen probable. Caroll estudia la relación entre terror e ideología, afirmando, contra muchos, que la ficción de terror no puede demostrarse que sea cómplice ideológico del statu quo. Finalmente analiza el atractivo del terror hoy. Todo ello está ilustrado con muchos ejemplos de cine y literatura de terror.

Hay que agradecer a Antonio Machado Libros que nos siga regalando las traducciones de este enorme filósofo norteamericano, quizá uno de los más grandes por su profundidad y claridad. Sólo un par de cosas. A los correctores se le han colado unos horribles “hecha” en vez de “echa” (p. 199), “debo que tener” (p. 206), “su puesto” en vez de “supuesto” “ (p. 229), “quién” en vez de “quien” (p. 255), herat en vez de heart (p. 280), “de” en vez de “dé” (p. 309), “tenta” en vez de “tienta” (p. 315) que no son Drácula, pero también asustan lo suyo.

 

Sixto J. Castro