DIACONU, Mădălina, Tasten, Riechen, Schmecken. Eine Ästhetik der anästhesierten Sinne, Würzburg, Königshausen & Neumann, 2005, 494 pp., ISBN 3-8260-3068-0.

 

Parece que las leyes de la estética occidental son “noli me tangere”, “non olet” y “de gustibus non est disputandum”. Así comienza su libro Mădălina Diaconu, en el que va a reivindicar para la estética los sentidos “secundarios”: gusto, olfato y tacto. Para ello se vale de la conversión de la estética en Aisthetika o teoría de la percepción sensible desarrollada por Gernot Böhme, Wolfgang Welsch y Martin Seel (véase la reseña a la obra de Böhme en EF LVI [2007] 183), que la inserta en el seno de la fenomenología. Diaconu desarrolla un estudio de por qué estos sentidos han sido postergados, ya desde Aristóteles, y muestra cómo la tradición fenomenológica, con su reivindicación de lo corporal los vuelve a traer a primer plano. Curiosamente, éstos son los sentidos más adscritos a los niños, las mujeres, los “primitivos”: la civilización ha anestesiado estos sentidos, considerándolos impuros. El objetivo de Diaconu es hacer una “estética de los sentidos secundarios”, que se plasma en tres grandes capítulos, uno dedicado al tacto (lo háptico), otro al olfato y otro al gusto, los tres sentidos de algo efímero, inferiores. Diaconu muestra que hay artistas contemporáneos que han dedicado su atención precisamente a estos sentidos y lo ilustra con múltiples ejemplos de la literatura, la filosofía, el psicoanálisis, la sociología, etc. Estudia los territorios generados en torno a cada uno se esos sentidos (como la perfumería y su asociación con lo femenino, lo sexual, o la gastronomía y el carácter artístico de la cocina) pero especialmente los componentes sinestésicos de determinadas formas de arte o la génesis experimental de artes en las que se implican estos sentidos, especialmente por obra de la vanguardia. La autora estudia los aspectos receptivos, hermenéuticos, educativos de los sentidos y el papel del arte elaborado por y para esos sentidos, así como las implicaciones de las “gastro-anomías” contemporáneas desde el punto de vista del feminismo (la anorexia como síntoma de la crisis de identidad de las mujeres en la modernidad, de su reacción contra la cultura patriarcal...), de la deconstrucción..., etc.

La obra, en la senda de Böhme, trata de recuperar valores estéticos como la pátina, la atmósfera, el aroma y alude a las artes aplicadas de los sentidos secundarios (perfumería, gastronomía, erótica). La Aisthetica enlaza así la estética, de nuevo, con el proyecto de Baumgarten y recupera una noción clave, la del sentido común aristotélico, que unifica todos los demás sentidos, como clave de los fenómenos sinestésicos, que son el elemento básico para la elaboración de una fenomenología del cuerpo. Da la impresión de que a la autora no se le ha escapado ni uno de los posibles temas o problemas que deberían ser abordados desde la perspectiva fenomenológica que ha elegido. El resultado es una obra minuciosa y erudita, que, como otras de la autora, reivindica este territorio que no es que haya sido inexplorado en la historia de la filosofía y de la estética, sino que ha sido relegado a un segundo plano, por multitud de presupuestos teóricos.

 

Sixto J. Castro