ECO, Umberto, Historia de la belleza, traducción de María Pons, Barcelona, Lumen, 2004, 438 pp., 24,2 x 17,5 cm., ISBN84-264-1468-0.

 

¿Qué es lo que hace que llamemos a algo bello? Se han escrito enormes tratados acerca del asunto, y se sigue haciendo. Eco, en esta obra, ha querido no tanto decirlo, cuanto mostrarlo a través de imágenes. Cada época tiene su concepto de belleza y, dentro de una misma época, cada arte también. Esta obra comienza presentándonos una serie de tablas comparativas, como si fuesen variaciones sobre un mismo tema, con determinadas obras de procedencia temporal y cultural bien diversa. Eco examina en primer lugar el ideal estético en la antigua Grecia, paradigmático, seguido de la visión nietzscheana del mismo, la idea de la belleza como proporción en los distintos ámbitos de la naturaleza y el arte a lo largo de la historia (desde los pitagóricos hasta la contemporaneidad), examinando cómo estos modelos o cánones de proporción han ido variando. Sigue con el color y las representaciones monstruosas en el medievo, empeñado en continuar defendiendo su idea de que la Edad Media sólo era oscura para los poco ilustrados Ilustrados, como se ve, por otra parte, en el ideal de belleza femenina de esta misma época. No obstante, el texto, en lo que se refiere al mundo medieval, no añade nada a las demás obras de Eco, de Bruyne o Tatarkiewicz, aunque, aquí está expuesto de modo más claro (con más claritas, es decir, más bellamente). Luego pasa a los siglos XV y XVII con sus innovaciones técnicas y toda su filosofía subyacente y examina los temas preferidos por ella. Y acto seguido, al dieciocho, época donde coexiste lo luminoso con lo oscuro, lo riguroso con lo liberador. Por supuesto, Eco presta atención al concepto no del todo nuevo, pero sí triunfante en el XVIII, de lo sublime. Y a partir de lo aquí expuesto, el romanticismo, para llegar a la religión de la belleza (aunque quizá hubiese sido más apropiado hablar de la religión del arte). A continuación entra en las corrientes más cercanas a nosotros, hijas de los siglos XIX y XX, y tiene un capítulo dedicado a la belleza de las máquinas (repasando la historia de la misma). También encara el descubrimiento de la materia por el arte contemporáneo, aunque es verdad que en este capítulo Eco no se mete de lleno con la cuestión de la belleza posible de estas obras de arte, sino muy de pasada. Finalmente se centra, también por encima, en la belleza de los media. Hay una progresión. Se nota que los últimos capítulos han sido bastante menos trabajados por Eco que los anteriores. Quizá esperábamos más de ellos a la luz de lo expuesto anteriormente.

En todo caso, la obra es muy didáctica, escrita en estilo llano, con profusión de textos de pensadores, exentos del cuerpo del texto, y con imágenes de una altísima calidad. La edición es espectacular: entra por los ojos, por el tacto y, por qué no, también por el olfato (hay libros que se tocan, se miran, se huelen: este es uno de ellos).

 

Sixto J. Castro