GEULEN, Eva, The End of Art. Readings in a Rumor after Hegel, translated by James McFarland, Stanford, Ca., Stanford University Press, 2006, 206 pp., 22,8 x 15 cm., ISBN 0-8047-4423-8.

 

En opinión de Geulen, desde la “Querella de los antiguos y los modernos”, a finales del siglo XVII, el fin del arte no se refiere ya al fin de una práctica o época artística particular, sino al fin del arte como tal. En nuestros días es un motivo recurrente, un rumor posthegeliano que se ha convertido en un “mero cotilleo”, si bien la banalización que sufre el arte es el modo dominante de llevar a cabo este fin del arte. Hay, por ello, un impulso para encontrar un nuevo concepto de arte más allá de las premisas de la tradición idealista, especialmente de índole antiestético, como muestra la recuperación, por parte de Lyotard, del concepto de lo sublime. Pero para Geulen “parece inminente una rehabilitación programática de la estética e incluso de lo bello” (p. 6). En todo caso, el anuncio del fin del arte nos pone ante un acto de habla que no puede invocar una instancia gobernante: cada fin del arte es un acto cuasi-soberano de de posición de una frontera. El lema del fin del arte, ya en Hegel, está tan rodeado de contradicciones que no hay consenso sobre si hay un fin hegeliano del arte. Geulen se encarga de señalar todas las dificultades que hay en los mismos escritos de Hegel para interpretar esta tesis, pero, en cualquier caso, su mérito está en haber iniciado la discusión. Por eso Geulen afirma que el fin del arte es el discurso de la modernidad, como se ve en Hegel, Nietzsche, Benjamin, Adorno, Heidegger y Hölderlin, a cada uno de los cuales Geulen dedica un capítulo.

El problema que Hegel lega a toda las reflexiones posteriores sobre el arte no es el fin de la producción artística, sino el fin de la posibilidad de una reflexión sobre el arte o la estética que no implique el fin del arte. En todos los autores citados hay una reflexión sobre el fin del arte, que, evidentemente, no significa lo mismo en Hegel que en Benjamin o Heidegger, pero sí encarna una pregunta por las condiciones de posibilidad del arte mismo, como Geulen se encarga de mostrar. Hay que señalar la riqueza de las notas de cada uno de los capítulos, que forman por sí mismas casi una investigación tan interesante como el cuerpo del texto.

 

Sixto J. Castro