MARCUSE, Herbert, La dimensión estética. Crítica de la ortodoxia marxista, edición de José-Francisco Yvars, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, 111 pp., ISBN 978-84-9742-523-0.

 

El prefacio de la obra resume su objetivo en una frase: “el presente ensayo intenta contribuir a la estética marxista, aunque poniendo en cuestión la ortodoxia que en ella ha sido predominante” (p. 53). Quienes comprendan el significado de “estética marxista” y de “ortodoxia” podrán concluir cuáles son las tesis a las que hace referencia Marcuse, que son las de la Escuela de Frankfurt, a saber, el poder transformador del arte, que no es sólo un espejo de las relaciones de producción dominantes, una realidad ideológica, sino que es un retrato de cómo es el mundo. Marcuse insiste en un elemento clave: la importancia de la forma, que es la convierte a la obra de arte en revolucionaria, y no tanto en el contenido: “cuanto más inmediatamente política sea la obra de arte, en mayor medida reduce el poder de extrañamiento y los trascendentales objetivos radicales de cambio” (p. 55). Marcuse se opone al materialismo histórico que desdeña la subjetividad como idea burguesa, así como a la mitificación marxista del proletariado y del “pueblo”. Asimismo insiste en que la autonomía del arte contiene el imperativo categórico: "las cosas deben cambiar" (p. 67). Y es que el arte es un factor de transformación de la conciencia. Y en esto Marcuse sigue a Brecht: el arte es promesa, que es cualidad de lo bello como atributo de la forma estética (p. 91). Y ello lo es porque hay más verdad en el arte que en la realidad, dado que el arte es irreal y por ello, más real que lo real, es potencialidad histórica. Frente al marxismo ortodoxo, para el que la belleza es la categoría central de la estética burguesa, Marcuse reivindica la pertenecía de ésta al dominio de eros, y por tanto su conexión con el principio de placer y su carácter liberador. Esta contribución de Marcuse es de las más vigentes de la estética marxista, que, en su apuesta por el realismo sui generis, se ha visto abocada a las mismas contingencias históricas del marxismo más ortodoxo. La obra viene bien introducida por J. F. Yvars, que nos da el contexto de la misma.

 

Sixto J. Castro