ÁLVAREZ, Lluís X., Estética de la confianza, prólogo de Gianni Vattimo, Barcelona, Herder, 2006, 343 pp., 19,8 x 12,2 cm., ISBN 84-254-2456-9.

 

El conjunto de esta obra de Lluís X. Álvarez, profesor de Estética de la universidad de Oviedo, es un ensayo lúcido, en el que se percibe la profunda influencia del pensamiento de Vattimo, y que no renuncia a tratar ninguna de las cosas que considera que deben constituir lo que el título anuncia, a saber, un estética, pero no cualquier cosa así denominada, sino –de ahí su originalidad e interés– una “estética de la confianza”. ¿En qué consiste? En varias cosas, entre las que está la necesaria estetizacion de la vida y sus consecuencias, objeto de la primera parte (“Estética y sujeto”), y el despliegue del mundo del arte como modelo básico de esa vida vivida, de lo que se ocupa la segunda parte (“Signos y arte”).

La primera parte explora de manera detalladísima la tarea de la reconstrucción filosófica del carácter de sujeto, como matriz  en la que cada individuo se forja su estilo. El profesor Álvarez dedica esta sección del libro a trazar una vía media entre un sujeto transparente y un sujeto opaco. Desarrolla la idea de que la ejemplaridad correcta de la filosofía se concreta en la confianza, entendida como una vía media entre la adhesión intelectual y la adhesión vital, ejemplo de lo cual es la relación maestro-discípulo, que es una apertura a la escucha común de lo objetivo, tal como la conceptúa Lluís Álvarez (p. 117). Si se busca restaurar el sujeto, la filosofía ha de recuperar la idea del inconsciente, pero no sólo eso. Hay un algo más que lleva al profesor Álvarez a poner reparos a una admisión acrítica de la estética de la recepción como un todo, pues considera que “no basta con que un sujeto cree una supuesta obra de arte, ya que el carácter estético de la obra depende también de que tal obra se ofrezca como candidata a ser apreciada. En principio la apreciación no es sólo individual, sino también social, es decir, intersubjetiva” (p. 161), de ahí que el intérprete, el recreador de la obra también puede alcanzar su carácter genial. Y ello implica que la obra es siempre mayor que quien la crea. La epistemología sin sujeto deja paso al sujeto estético, con su estilo, que representa o crea mundos. Por eso Lluís Álvarez, de manera aparentemente intempestiva, pero muy certera y atinada, reivindica para la estética “la constante aspiración a reobtener el ‘singular’ y el individuo”.

La segunda parte se centra en varios lugares del mundo del arte cargados de significación para recobrar la confianza en la realidad. Aborda en ella los temas de la representación, de la teatralidad, la comunicación y su diferencia con respecto a la creación, la obra de arte como hiperobjeto (en la medida en que no se constituye en su recepción). Por eso se ve llevado a estudiar en detalle, de nuevo, la estética de la recepción y sus inconvenientes. Esta parte se cierra con una reflexión sobre la idea wittgensteiniana de “supermecanismo” y sobre el surrealismo y el problema de “definir” el arte, en la medida en que está en relación con el sentido.

Todo ello confluye en un breve pero luminoso epílogo en el que se propone la estética de la confianza como vía para superar la filosofía de la sospecha. Resulta difícil hacer justicia a una obra tan densa en estas pocas líneas. En cualquier caso, la estética de la confianza, como categoría generatriz, dará mucho juego.

 

Sixto J. Castro