BERGER, Karol, A Theory of Art, Oxford, Oxford University Press, 2000, 287 pp., 23 x 15,5 cm., ISBN 0-10-515852-0.

 

Si algo es arte, ¿por qué debería importarnos? ¿Cuál debería ser su función, si tiene valor para nosotros? De ahí parte Berger, no de una definición esencialista del arte, sino de una consideración funcionalista, especialmente problemática en la época de la autonomía del arte, subrayando la función que debería tener, una función culturalmente indispensable y que sólo pueda ser cumnplida por ella. A esta pregunta es a la que intenta responder en la primera parte. El libro está dividido en dos partes. La primera lleva por título: "Estética: los fines de las obras de arte". En el capítulo 1 (Estética I), titulado "La naturaleza del arte" lo más reseñable es la distinción de principio que hace entre obra (objeto real) y mundo (objeto imaginario) y su interesante análisis ontológico del arte, en el que se acerca a muchos de los loci clásicos de esta disciplina, privilegiando en su análisis la música sobre las demás artes, pero prestando atencvión a todos los medios artísticos. En la p. 23 hay un error: habla de la teoría institucional de Danto, que obviamente es de Dickie.

El capítulo 2 (Estética II: Los usos del arte) se centra en los usos del arte. Tras un excursus sobre la vida ética, hace una reflexión muy aristotélica sobre el arte como exploración de posibilidades, y se detiene en la hegeliana tesis de la muerte del arte, a la que trata de dar una interpretación más fiel al texto de lo que suele ser habitual, criricando también la de Danto a este respecto. Igualmente, analiza el concepto de placer estético, especialmente en Kant. El capítulo 3 (Estética III: La genealogía del arte musical europeo moderno) estudia lo que el arte, especialmente el musical, ha sido, analizando la peculiar temporalidad de la misma, así como los cambios de paradigma que van surgiendo, caracrterizados por una especie de lucha entre lo mimético y lo abstracto, donde no ahorra críticas hacia ciertos movimientos de vanguardia. Hay un error en la página 115 donde sostiene que la edad moderna se ha datado entre los siglos V (sic) y XIX. Obviamente debería haber dicho XV.

La segunda parte lleva por título "Poética y hermenéutica: los contenidos y la interpretación de las obras de arte". En los capítulos 4 y 5 tratará de ver cómo el arte cumple sus funciones. En el capítulo 4 (Poética I: Diégesis y mímesis. Los modos poéticos y la materia de la presentación artística) identifica los elementos que constituyen un mundo del arte, distinguiendo el juego de voces que se dan en literatura y tratando de aplicar esto a la pintura y s la música en un capítulo complejo, pero original, aunque a veces da la impresión de que los conceptos vienen un tanto forzados. El capítulo 5 (Poética II: Narrativa y lírica: las formas poéticas y el objeto de la presentación artística) estudia la narrativa y la lírica y ve cómo esas dos formas poéticas, entendidas en sentido amplio, operan no sólo en la literatura, sino también en la pintura y la música. En la p. 195 hay una afirmación confusa: "la lírica (...) es la forma atemporal, el tipo de forma en cuya constitución el tiempo no juega un papel esencial" , lo cual es sólo correcto si Berger se refiere al tiempo de reloj, cronológico, pero es falso si de lo que habla es del tiempo de conciencia, el tiempo fenomenológico, que en la lírica se hace presente de un modo conspicuo. De ese modo, los análisis que hace de las otras artes en términos líricos son discutibles en lo que se refiere a su consideración de la temporalidad. O al hablar de la intemporalidad de la pasión en la lírica (p. 203), lo cual es falso ya desde Aristóteles Ahora bien, el análisis del Stimmung, partiendo de Heidegger y aplicado al arte es brillante.

El último capítulo (Hermeneutica. Interpretación y su validez) se centra en la hermenéutica, es decir, en cómo interpretar el arte. En él sigue básicamente a Gadamer, con reminiscencias de Heidegger, y desarrolla lo que llama una hermenéutica metafórica, aunque, para ser exactos habría que llamarla analógica (pues inclue también el concepto de metonimia), por lo que la propuesta de la hermenéutica analógica es más inclusiva que la suya. El epílogo, "el poder del gusto", aborda varias cuestiones sobre la obra de arte, no siendo la menos importante de ellas la responsabilidad de "elegir" entre obras de arte, de discutir acerca de su valor, para separar las que merecen la pena de las triviales.

El autor advierte que en el libro pretende presentar su propia posición, más que demoler los argumentos de otros filósfos, y en verdad lo consigue en esta obra de enorme riqueza e interés.

 

Sixto J. Castro