CARROLL, Noël, Una filosofía del arte de masas, traducción de Javier Alcoriza Vento, La Balsa de la Medusa, Madrid, Antonio Machado Libros, 2002, 359 pp., 24 x 17 cm., ISBN 84-7774-628-1.

 

Nöel Carroll es conocido en estética, entre otras cosas, por su célebre hipótesis de las "narrativas históricas" como medios identificadores del arte (que aparecerán como elemento configurador de su caracterización también del arte de masas a lo largo de esta obra). Pero ya desde hace tiempo ha trabajado la cuestión del arte de masas y los fenómenos concomitantes con la misma en numerosos artículos, muchos de éstos recogidos en su obra Beyond Aesthetics, ya recensionada en esta misma revista. Una filosofía del arte de masas es una obra imprescindible en el momento presente. Trata el fenómeno del arte de masas, el arte más propio de nuestra era, arte popular producido y distribuido por una tecnología de masas, y lo hace de un modo analítico, sin dejar cabos sueltos. Comienza analizando la resistencia al arte de masas en pensadores como MacDonald (argumento de la masificación), Greenberg (argumento de la pasividad), Collingwood (argumento de la fórmula), y Adorno y Horkheimer (de quienes destila tres argumentos: argumento de la libertad, de la susceptibilidad y del condicionamiento), que se oponen al carácter artístico del arte de masas por su propia naturaleza y refuta uno por uno sus argumentos, utilizando un sinnúmero de ejemplos, al tiempo que analiza por qué se da esa resistencia en ellos, que Carroll detecta en una mala interpretación de la "Analítica de lo bello" de la Crítica del Juicio kantiana.

El segundo capítulo estudia los argumentos de los que han celebrado el arte de masas, especialmente Benjamin (quien, desde su materialismo histórico, elabora los argumentos que Carroll denomina "del progreso" y "del nuevo arte") y McLuhan (argumento de la conciencia), de inspiración ahora no kantiana sino hegeliana, argumentos que analiza detalladamente para ver dónde radica su debilidad, y a los que critica por considerar insuficientes.

El tercer capítulo trata de estudiar la naturaleza del arte de masas y construir una hipótesis sobre su estatus ontológico. Analiza y critica lo que denomina "la teoría eliminativista del arte de masas" (que niega la existencia como tal del arte de masas como diferente de cualquier otro tipo de arte y debe su origen a Bourdieu) para pasar a proponer su teoría en términos de condiciones necesarias y suficientes, así como a presentar su estatus ontológico, al tiempo que critica la teoría de Novitz (que es, a su vez, una crítica a la teoría de Carroll) y termina proponiendo posibles objeciones a su propia teoría, como las de Fiske.

El capítulo 4 analiza el arte de masas en relación con las emociones, y se remonta a la República platónica para tratar de hallar en ella el origen de la resistencia al arte de masas, dada la concepción platónica de las emociones, que Carroll critica desde la moderna teoría cognitiva de la emociones, y analiza la relación entre ficción y emociones aplicando una teoría (pensamientos ficcionales como proposiciones no afirmadas) que no es nada novedosa (ya la planteó San Agustín) , aunque sí muy convincente.

El capítulo 5 trata la relación del arte de masas y la moralidad. Analiza tres posibles posiciones al respecto: el consecuencialismo (las obras de arte de masas tienen consecuencias causales en la conducta del público), el proposicionalismo (la obra de arte contiene proposiciones [morales] explícitas o implícitas) y el identificacionismo (el público asume las emociones de los personajes ficticios) y las critica con detalle, para mostrar su preferencia por el clarificacionismo (las obras de arte pueden profundizar nuestra comprensión moral, clarificando emociones y conocimientos que ya poseemos, lo cual no deja de ser una de las posibles interpretaciones que se han dado de la famosa catarsis aristotélica). Termina criticando la teoría de la simulación de Currie.

El capítulo 6 trata el arte de masas en relación con la ideología. Comienza criticando diversos conceptos de ideología y proponiendo el suyo (x es una proposición ideológica si es falsa y está vinculada a una práctica de dominación social), para luego ver cómo funcionan los recursos del arte de masas en orden a la transmisión de ideología, analizando especialmente el entimema narrativo.

Hay que señalar que las tesis de estos tres últimos capítulos no se restringen al arte de masas como tal, sino que son ampliables al arte en general. Carroll es reiterativo en las ideas, sobre as que vuelve una y otra vez hasta que no quedan dudas de cuál es su crítica, su posición personal, etc. Sólo se echa en falta una bibliografía final. Por otra parte, hay que agradecer al traductor su magnífica labor, que, entre otras cosas, se concreta en haber vertido correctamente los títulos de las películas citadas al castellano, cosa no del todo habitual, aunque se le han escapado expresiones como "los nuevos artes de masas" (p. 143) que violan el género de la palabra en castellano. Además un "haya" en lugar de "halla" (p. 225) y varias veces "porqué" en lugar de "por qué" (p. 228, 312), así como "preposiciones" en lugar de "proposiciones" (p. 253).

Sólo hay una cosa que no parece encajar en el discurso general de Carroll. Al decir que "la narración de masas es formularia" (p. 173) parece generalizar y contravenir, en cierto modo, las premisas que ha venido defendiendo en algunos de los puntos de la obra, pues, ami entender, este punto no queda del todo claro. Igualmente, la distinción que establece entre arte esotérico y exotérico le lleva a hacer algunas distinciones muy sutiles que, aunque lo intentan, en ocasiones no hacen fácil distinguir el arte de masas del arte vanguardista distribuido tecnológicamente. Teóricamente la distinción es perfecta, al presentar los dos tipos como antitéticos en su definición misma, pero no me atrevo a afirmar que pueda aplicarse en todos los casos de la práctica, donde se da una mayor interrelación. En cualquier caso, se trata de una obra imprescindible.

 

Sixto J. Castro