CONARD, Mark T. and SKOBLE, Aeon J, (eds.),.Woody Allen and Philosophy, Chicago and La Salle, Illinois, 2004, 269 pp., 22,7 x 15 cm., ISBN 0-8126-9453-8.

 

Se trata de una nueva entrega de la colección “Cultura popular y filosofía”, cuyo objeto es presentar la filosofía a la gente que conoce poco o nada de la misma, mediante el recurso a obras de la cultura popular que, o bien desarrollan o bien a partir de las cuales se pueden desarrollar cuestiones filosóficas. Hace tiempo reseñábamos en esta revista The Simpsons and Philosophy, pero resulta que los editores han elegido en esta ocasión a un cineasta-filósofo al que no cuesta mucho encontrarle las migajas o los bocados filosóficos, pues. Woody Allen filosofa en sus películas y no se priva de incluir a profesores de filosofía en sus filmes.

El libro está dividido en tres partes. La primera explora cuestiones sobre la moralidad y el sentido de la vida. Ahí está el artículo de Mark T. Conard, “Dios, el suicidio y el sentido de la vida en las películas de Woody Allen”, en el que defiende la carencia de sentido, que va de la mano de la inexistencia de Dios y que abre la puerta al suicidio (y aunque Conard cree que esto es ilógico, la vida no se rige por la lógica aristotélica, como él parece suponer cuando dice que en Delitos y faltas se oponen Dios y la verdad, luego Dios está condenado a la falsedad y la creencia en Dios conduce a la decepción. La cuestión es que “verdad” ahí se usa en varios sentidos). Aeon J. Skoble, en “Integridad en Manhattan de Woody Allen”, considera la integridad como fidelidad a principios morales correctos, sin conflictos entre razón y deseos, y con una importante participación de la razón en el establecimiento de los principios que uno mantiene. James Lawler, en “¿Tiene que ser ciega la moralidad? Un análisis Kantiano de Delitos y Faltas”, examina la cuestión, tan cara a esa película, de la existencia o no de una estructura moral en la existencia, utilizando los postulados kantianos. Ian Jarvie, en “El optimismo pragmático de Woody Allen” considera que Allen es optimista por encima de todo, incluso en la tan aparentemente pesimista Delitos y Falsas, precisamente porque sigue haciendo películas (de ahí lo de pragmático) y no se tira por la ventana, como uno de los personajes de esta película citada.

La segunda parte se centra en la implicación filosófica de algunas técnicas cinematográficas o narrativas de Allen. James M. Wallace, en “La ratonera” muestra la crítica que Allen hace en sus textos a los intelectuales, que es precisamente la audiencia a la que se dirige principalmente, porque considera que la inteligencia tiene límites, por ejemplo la del lector que quiere extraer la interpretación definitiva de un texto, para lo que se ayuda de la noción de “lector implícito” de Iser, aunque los huecos que el lector implícito debe llenar, según Iser, son, en los textos de Allen el significado mismo, con lo que resulta que nuestras interpretaciones pueden estar limitadas por claves textuales que nos son inaccesibles a causa de nuestras limitaciones, del tipo que sean. Así, Wallace dice que lo que nos da Allen es una hermenéutica de la modestia. Jason Holt, en “Woody sobre la apreciación estética” defiende que la apreciación estética implica respuestas tanto emocionales como intelectuales. Jerold Abrams, en “Arte y voyeurismo en las películas de Woody Allen” parte de la tesis de Foucault de la “sociedad de la vigilancia”, y muestra cómo esta idea del voyeurismo está presente en muchas películas de Allen, en muchas ocasiones de la mano del psicoanálisis. Ser es ser visto, entrar en la privacidad de otros por cualesquiera medios, especialmente por medio del teatro dentro del teatro. James B. South, en “No mereces a Cole Porter: Amor y música según Woody Allen” estudia el uso de la música en las películas de Allen y su conexión con el mensaje que transmiten las escenas: cómo nos orientamos hacia el mundo tiene que ver con cómo vemos y cómo escuchamos el mundo. En ocasiones Allen dota a sus películas de una unidad usando repetidamente las mismas melodías. Todo esto lo desarrolla South especialmente en lo que se refiere al amor. Lou Ascione, en “Tiburones muertos y jamón de dinamita: el uso filosófico del humor en Annie Hall” estudia, tras exponer la teoría del humor de Schopenhauer, cómo Allen usa el humor como medio para un comentario filosófico y para el análisis social y cultural, centrándose en Anine Hall, de ahí el título, y especialmente en la crítica que Alen hace al provincialismo. El humor permite vencer la resistencia a cuestiones filosóficas que a muchos no les interesan. Per F. Broman, en “Reconstruyendo a Igmar: la purga estética del gran modelo”, discute las alusiones de Allen a Bergman, sus semejanzas y diferencias.

En la tercera parte hay una serie de ensayos que se centran, cada uno, en una película determinada de Woody. Sander Lee, en “Los peligros del hedonismo: La comedia sexual de una noche de verano”, estudia ciertas cuestiones filosóficas presentes en esta película que no lo están en la obra casi homónima de Shakespeare: el deterioro de nuestro sentido de la responsabilidad moral y religiosa, junto a la creciente aceptación de un ethos hedonista, es lo que hace de la vida moderna algo con menos significado y precisamente Allen critica a las escuelas relativistas, retratadas en muchos de los caracteres de la película. David Detmer, en “Inautenticidad e identidad personal en Zelig”, plantea la cuestión de en qué radica la identidad personal (¿en la memoria?, ¿en la continuidad temporal?, ¿en el alma?) –aunque sus conclusiones no son demasiado convincentes– y hace una crítica a la inautenticidad semejante a la que encontramos en los escritos de Kierkegaard, Heidegger y Sartre. John G. Pappas, en “Todo es oscuridad: Platón, el anillo de Gyges y Delitos y faltas”, nos cuenta la historia del anillo de Gyges de la República de Platón, su interpretación por Rousseau, su papel en la citada película de Allen y cómo en todos los casos se nos anima a continuar la búsqueda de la justicia. Jill Gordon, en “Autoconocimiento en Otra mujer”, muestra cómo el tratamiento de este tema en la película de Allen se inspira en diálogo platónico Alcibíades, en el que uno se ve a sí mismo a través de los ojos del otro. Mary P. Nichols, en “La luz del cine negro de Allen: Crimen, amor y autoconocimiento en La maldición del escorpión de Jade”, muestra cómo la referencia de esta obra es El halcón maltés, frente a la cual se ofrece una visión alternativa al mundo corrupto de Bogart. El libro termina con una lista de las películas de Allen. Una obra muy instructiva, que descubre la filosofía subyacente a Allen, como ya han hecho muchas otras obras.

 

Sixto J. Castro