EAGLETON, Terry, La estética como ideología, presentación de Ramón del Castillo y Germán Cano, traducción de Germán Cano y Jorge Cano, Madrid, Trotta, 2006, 514 pp., 23 x 14,5 cm., ISBN 84-8164-827-2.

 

Eagleton es uno de los pensadores más incisivos de la actualidad. Su amplísima formación marxista, postestructuralista, etc., se hace patente en este escrito, en el que deja claro quiénes son sus amigos y sus enemigos de este pensador. Roger Scruton le ha llamado “el último residuo del marxismo”, pero a él esto no le afecta lo más mínimo. Al contrario, todo ello le sirve para atacar un discurso contemporáneo que considera vacío y vacuo. Esta obra, en palabras del mismo Eagleton, “no es una historia de la estética (...),[sino] un intento de encontrar en la categoría de lo estético un modo de acceder a ciertas cuestiones centrales del pensamiento europeo moderno” (p. 51). De Kant en adelante, la estética y lo estético han ocupado un lugar preponderante en la filosofía hasta el día de hoy –en opinión de Eagleton– porque el arte y la lucha de la clase media por alcanzar la hegemonía política son dos caras de la misma moneda. Lo estético es un concepto burgués en su forja, pero eso no autoriza a la izquierda a tirarlo por la borda sin más. Al contrario, hay que recuperar sus raíces sensibles, “aistheticas”, que son las que tenía en Baumgarten. Por eso, Eagleton se emplea a fondo en el análisis de la relación entre estética (ámbito de la sensación, los sentimientos, los afectos) y el poder, las condiciones materiales, etc. Todo el problema de la estética en su fundación pasa por combinar lo general y lo particular, sin que ninguno de los dos extremos absorba al otro. Las implicaciones morales, teológicas, epistemológicas se solapan y complican la cuestión hasta que, poco a poco, lo estético va encontrando su lugar en el mundo. El carácter de inutilidad de la obra de arte entraña enormes consecuencias en la época en que la estética nace, por su carácter de valor sin valor, por así decir. Para aclarar estas cuestiones, Eagleton presta mucha atención a Kant, en la exposición que titula “lo imaginario kantiano”, que es sencillamente magistral, sin olvidar su desenmascaramiento de los elementos ideológicos subyacentes al mismo Kant (aunque eso sea discutible), sin ahorrar críticas a las soluciones homogeneizadoras de este filósofo respecto al gusto. Igualmente, apunta las semejanzas y las diferencias de éste con aquel discípulo suyo y teórico de lo que luego se ha dado en llamar “la actitud estética”, a saber, Schopenhauer. Eagleton presenta el aspecto estético de Nietzsche, sin grandes novedades, pero sí es muy interesante la reflexión sobre la lógica estética que utiliza el inconsciente freudiano y sobre la política heideggeriana del ser, para explicar la cual Eagleton no duda en alinearse, aunque no de modo expreso, con los intérpretes de orientación teológica. Benjamin y Adorno también pasan por su análisis, pero es especialmente interesante e iluminadora la última parte, “De la polis al posmodernismo”, donde Eagleton afirma que la independencia del arte la ha conseguido convirtiéndose en una mercancía. No ahorra críticas muy certeras a la vanguardia negativa, la ensalzada por Danto y defenestrada por Kuspit. Los “ismos” contemporáneos no salen indemnes del ataque certero, crítico y mordaz de Eagleton.

Eagleton sabe de lo que habla y no se le puede tachar de adepto a nada. La lectura de esta obra le revela como un pensador independiente, y si peca de algo es de haber recorrido muchos senderos que le han dejado insatisfecho. Acaba mostrándose buen kantiano, buen ilustrado y poco amigo de las modas pasajeras y de las identidades que sólo se definen por oposición. Una obra magna.

Sixto J. Castro