ELDRIDGE, Richard, An Introduction to the Philosophy of Art, Cambridge, Cambridge University Press, 2003, 285 pp., 24,5 x 17,3 cm., ISBN 0 521 80521 X (pbck.) (£15.95, US$23.00) y 0 521 80135 4 (hbck.) (£45.00, US$65.00).

 

¿Qué es lo que hacemos al teorizar sobre el arte? Desde la filosofía, buscar claridad. El arte es un hecho presente en todas las culturas, que tiene el rasgo característico, según Eldridge de pretender el logro de la libertad expresiva. La tarea de la filosofía del arte ha sido tanto la de la identificación de las distintas obras de arte como la elucidación crítica de la función y el significado del arte. Partiendo de la idea de que toda obra de arte es acerca de algo, analiza los conceptos de representación, imitación y parecido, arrancando de Platón y Aristóteles y añadiendo las observaciones de contemporáneos como Goodman y las críticas hechas a éste, así como las consideraciones de Walton, Wollheim y Dewey, entre otros, para concluir la necesidad de que la obra de arte sea una representación, diferente de la ordinaria, mediante el análisis formal del medio y el logro de expresividad (p. 46). Con estas palabras Eldridge ya muestra cuáles son los elementos centrales de su teoría estética. Desde aquí analiza las ideas de belleza y forma, comenzando por citar la famosa vía erótica platónica y el desarrollo de la idea de gusto y de la experiencia del libre juego kantiano de las facultades, así como las demás consideraciones kantianas sobre el genio y la obra de arte, su formalismo y el complemento deweyano a las lagunas kantianas, además del aporte de Beardsley, tras lo cual viene la exposición de las críticas a estas teorías formalistas, especialmente por Walton y Danto. La representación y la forma tienen que venir completadas por la expresión, que es lo siguiente a lo que presta atención Eldridge., centrándose en Wordsworth, Tolstoy y Collingwood (se echa de menos a Croce) y una vez apuntados se pregunta, enfrentando a Hegel y Danto, qué se expresa en el arte, mostrando la continuidad de ambos autores y cómo el último individualiza la teoría de aquél por medio de su famosa tesis de los "significados encarnados", al tiempo que señala las debilidades de ésta. Y sigue preguntándose cómo se logra la expresión artística, de nuevo con Collingwood (al que le aplica algunas críticas que, desde mi punto de vista no son del todo correctas y serían más aplicables al expresivismo croceano), con Goodman (encuadrado en las teorías de la similaridad fisiognómica) y otros autores, para, finalmente inquirir por qué importa la expresión artística, adoptando una respuesta de Collingwood: para clarificar emociones (idea en cierto modo ya incubada en Aristóteles, al menos según algunos de sus intérpretes).

El siguiente elemento de estudio es la originalidad y la imaginación. Comienza por las teorías clásicas de la posesión y la inspiración para llegar a la noción de genio en Kant, la crítica hegeliana a la subjetividad (se echa de menos aquí alguna mención a Gadamer) y las críticas postmodernas y feministas a esta búsqueda de la originalidad, así como las tesis de Scruton y Coleridge en torno a la imaginación artística. Pasa luego a la comprensión del arte, empezando por un claro ejemplo de distintos modos de entender Hamlet, y expone cuestiones relativas a la interpretación, para afirmar, siguiendo a Dewey especialmente, la importancia de elucidar los elementos semántico-formales. Acto seguido aborda el problema de identificar y evaluar el arte, empezando por la sociología del gusto de Bourdieu y la crítica a la misma, la teoría institucional de Dickie y sus problemas, y las identificaciones históricas y narrativas de Levinson y Carroll. Sigue el objetivismo de Mothersill y Savile (al hablar de este último se echa de menos de nuevo a Gadamer y su idea de lo clásico), para seguir revisando las concepciones de Hume y Kant sobre el sentimiento y el juicio, las cuales critica, así como las posiciones al respecto de Isenberg, Scruton y Cohen, especialmente la de este último respecto al valor de la apreciacion individual. Al abordar el tema de "Arte y emoción", comienza estudiando la ficción y la respuesta de Hume a las paradojas que ésta plantea, y las diversas explicaciones de Walton (con su desarrollo de las cuasi-emociones), continuadas por Levinson y Feagin (con su distinción entre empatía y simpatía), la identificación metafórica que proponen Danto y Cohen, para volver a la idea aristotélica de catarsis y, obviamente, a Collingwood.

El siguiente tema de análisis es "Arte y moralidad", que analiza a partir de algunos casos paradigmáticos, como Mapplethorpe, Serrano, etc., presentando algunas posiciones de diversos autores, especialmente la de Carroll y muestra qué es lo que diferencia al arte de la propaganda y otras manifestaciones, para terminar con la relación entre "arte y sociedad", comenzando por los ideales schillerianos, siguiendo por la Escuela de Frankfurt y el estructuralismo y la crítica postmoderna de Foster, el retorno contemporáneo a la idea de belleza y de la diversión y analizando finalmente algunas prácticas contemporáneas de arte. El epílogo recoge todo lo elaborado hasta este momento para dar una posible definición de arte en términos de criterios, siguiendo la célebre y desarrollada ya por muchos intuición wittgensteiniana.

Es una obra de vocación didáctica, centrada en los debates contemporáneos, que tiene el mérito de, por medio de Dewey –que impregna toda la obra–, establecer un atisbo de puente entre la tradición analítica y la continental. Es de señalar que está muy documentada y es exhaustiva en algunos aspectos, aunque, desde mi punto de vista, algo incompleta, pues se echa de menos a algunos personajes que debieran estar más presentes, claro está, del ámbito europeo. Dewey hubiera dado más pie para establecer el deseado puente definitivo entre tradiciones. Un pequeño error en la p. 154: gustisbus en lugar de gustibus.

 

Sixto J. Castro