FAAS, Ekbert, The Genealogy of Aesthetics, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, 439 pp., 23,5 x 16 cm., ISBN 0 521 81182 1 (hbk.), £47.50 (US$65.00)

 

No deja de ser curioso que cada uno de los capítulos que componen esta obra venga introducido por una cita de Nietzsche. Sólo eso puede darnos el tono general y la orientación de la misma. Si además de una Genealogía de la Moral, Nietzsche hubiera escrito una Genealogía de la estética, quizá el resultado hubiera sido algo parecido a esto. El rechazo nietzscheano a Platón es bien conocido, pero por la misma senda transita su rechazo al medievo y al mismo "placer desinteresado" kantiano, que hunde sus raíces en el platonismo, lo mismo que sucede en la doctrina del arte por el arte. Por ello, Faas comienza examinando la transvaloración de los valores estéticos por obra de Platón, para quien lo bello en sí está más allá de la apariencia, para seguir con un capítulo de título atrayente: "oponentes protonietzscheanos a Platón", caso de Jenofonte, que nos presenta a un Sócrates bien distinto del platónico, o Calicles, que elabora ideas que serán retomadas por Nietzsche. La transvaloración platónica continúa en Plotino y su "belleza inaccesible", más allá de la materia, y en la cristiandad medieval, especialmente por obra de San Agustín, a quien Faas dedica más de un capítulo, para seguir con las distinciones medievales y presentar a Tomás de Aquino como un precursor de Kant en lo referente al placer desinteresado en la apreciación del arte (sic, aunque Faas debería decir de lo bello en ambos casos). El renacimiento trae un redescubrimiento de lo erótico y sexual, al tiempo que el surgimiento de academias cuyo nacimiento se prolonga hasta el siglo XVII en busca de un modelo de libertad alternativo al platónico, aunque con Ficino entra otra vez el platonismo agustiniano en estética, con el consiguiente rechazo de lo sexual, al que se opone Bacon y, de manera contundente, Montaigne, como muestra el autor con buen número de citas, así como Shakespeare, a quienes sigue Hobbes, al cual se opone, desde el platonismo de Cambridge, Shaftesbury. A este se le enfrenta, en un juego de avances, Mandeville, quien, para Faas, es un protonietzscheano en la transmutación de valores. Hume y Burke y Erasmus Darwin suponen también un paso adelante, hasta llegar a lo que Faas llama la "estética ético-teleológica" de Kant, la cual revisa desde la perspectiva de las creencias morales y religiosas que llevaron al filósofo de Königsberg a escribir la Crítica del Juicio, y analiza el papel de la sexualidad en relación a la belleza en el período precrítico de este filósofo, que desaparece en la fase crítica.

Tras Kant, le toca el turno a Hegel, quien, a diferencia de aquél, pone el arte en el centro de su reflexión estética. Su idealismo es invertido por obra de Marx, con ayuda de Feuerbach, de manera que Faas atribuye al padre del marxismo un "momento nietzscheano" en el que emparenta el resentimiento nietzscheano con la alienación marxista, como críticas a la transvaloración debida al cristianismo y al mundo griego, convirtiendo así a Marx en otro proto-nietzscheano. A estos sigue Heidegger, cuyo pensamiento es expuesto con claridad, para ponerlo luego en relación con Nietzsche y examinar las ambiguas relaciones entre ambos pensadores. A ellos se une posteriormente Derrida, con su deconstrucción y su différance y su contribución a la teoría del arte, incluyendo su fundamental análisis de la mímesis. Asoman finalmente a la palestra Lyotard y Paul de Man, a los que considera no tanto postmodernos cuanto postniestzscheanos. Finaliza con la tesis de el renacimiento postmoderno del ideal estético, estableciendo los lazos de Derrida con las nuevas teologías y con un epílogo en el que traza la progresión evolutiva de la estética. Todo ello, con Nietzsche en el trasfondo, hace de esta obra un recorrido interpretativo enormemente sugerente por la historia de la estética.

Sixto J. Castro