HARRIES, Karsten, Art Matters. A Critical Commentary on Heidegger’s “The Origin of the Work of Art”, Dordrecht, Springer, 2009, 201 pp., ISBN 978-1-4020-9988-5.

 

El origen de la obra de arte es una de las obras más leídas y comentadas de Heidegger. Se ubica en el centro de su producción, desarrolla temas anteriores y adelanta temas por venir, de modo que, según Harries, representa una síntesis del pensamiento de Heidegger y una excelente introducción a su obra. Lo que Harries presenta aquí es fruto de los seminarios que ha dedicado a este texto, desde 1999 a 2008.

Como es sabido, Heidegger se separa de la aproximación estética al arte y reclama una conexión entre verdad y belleza, que le alinea con Hegel y le separa de Kant, aunque, contra Hegel, requiere que el arte se vuelva de nuevo la manera más alta en la que se la verdad se da la existencia a sí misma, de modo que Heidegger tiene que poner en cuestión la comprensión de la verdad que preside nuestro mundo moderno, lo cual tiene mucho que ver con la consideración heideggeriana de la autenticidad e inautenticidad, pues la existencia auténtica exige el arte (y así El origen de la obra de arte completa esa idea tal como había sido delineada en Ser y Tiempo). Frente a la metafísica que pretende atrapar la realidad, Heidegger cree que el ser no puede ser divorciado del tiempo. Por eso dedica tanto tiempo ala análisis de la metafísica y de su consecuencia, la tecnología.

Harries estudia el doble sentido del genitivo “origen de la obra de arte”, especialmente la obra de arte como origen.

Se dice que las obras de arte son cosas más un añadido estético. Heidegger está de acuerdo en que así ha sido entendida la obra de arte durante mucho tiempo. Entonces es necesario entender qué es una cosa, que no es, para Heidegger, ni portadora de propiedades ni objeto de percepción ni materia formada, sino que lo que sea la cosa nos viene dado en la obra de arte. Y así elige el par de zapatos pintados por Van Gogh para analizar el ser del equipo, que no puede ser reducido a una cierta forma, pues esta reducción elude el significado del equipo. Para comprender ese significado tenemos que comprender la actividad a la que sirve el equipo y, más allá de ella, una forma de vida. Así pues, hay que empezar no con la cosa, sino con el arte. El ser de un templo griego no queda ni remotamente incluido cuando se aproxima en términos puramente estéticos: la obra de arte establece un mundo.

Harries analiza los conceptos heideggerianos de mundo y tierra. La comprensión de la tierra garantizada por el arte reta a la clase de comprensión que trata de agarrar la pesadez de la roca midiéndola, que no deja que la materia sea, sino que busca dominarla, vencerla, sometiéndola a las medidas humanas. La obra de arte reta el acceso a la realidad que afirma que es el razonamiento claro y distinto lo que nos presenta las cosas como son. El arte nos muestra que tal razonamiento reemplaza lo que es con construcciones del espíritu humano. Estar abierto a la realidad de las cosas es estar abierto a esa dimensión de las cosas que siempre resiste al dominio humano. Esta dimensión es a lo que Heidegger llama la tierra. El arte nos recuerda la tierra, lo que Karsten llama la "trascendencia material", término por el que éste se refiere al aspecto de las cosas que las hace incapaces de ser adecuadamente expresadas en un discurso claro y distinto.

Kartsen estudia bien en Heidegger la idea de verdad: que nuestra comprensión habitual de la verdad como el acuerdo o conformidad del conocimiento con los hechos presupone la "verdad de las cosas". Para ello, Harries debe estudiar y aclarar la diferencia entre obra y equipamiento (recordando la célebre pintura de Van Gogh comentada por Heidegger). La creación del equipo agota el material, de modo que éste pasa desapercibido, no le prestan atención los que usan el equipamiento; la obra de arte, sin embargo, revela su material como el material que es, nos hace atender al mármol como mármol, la pintura como pintura. Una escultura de Miguel Ángel o Bernini nos hace experimentar el mármol como mármol. Es diferente de la experiencia del material del que está hecho el ordenador. Lo mismo puede decirse del lenguaje cotidiano frente a la poesía. Al mismo tiempo que hace conspicuo su material, la obra de arte muestra que no es como las cosas de la naturaleza, sino que es algo creado. Pensemos en los zapatos de Van Gogh. Como tal, una pintura hace conspicua su materialidad, presenta la pintura como pintura y hace conspicuo su carácter creado: el creador está presente en la obra de un modo en que no lo está el creador de un cuchillo o una botella de vino.

La conclusión se centra en el enigma de lo bello y en cómo el arte se relaciona con los estados de ánimo (Stimmungen)

Heidegger entiende la aproximación estética al arte como un corolario de nuestra comprensión moderna del ser de lo que es, una comprensión apoyada por la entera historia de la metafísica. La metafísica y la estética van juntas. Heidegger considera que la historia de la metafísica culmina con Hegel y mantiene con su interpretación que Hegel debería haber proclamado la muerte del arte en su sentido más alto. Heidegger sigue exigiendo verdad del arte, demanda lo que Hegel, la metafísica y nuestra época moderna le niegan. A menos que podamos salir más allá de nuestro mundo moderno, Heidegger piensa que debemos estar de acuerdo con Hegel. Y para el arte eso significaría que la aproximación estética tendría la última palabra. 

Se trata de una obra excepcional, que detalla muchísimo la comprensión heideggeriana en esta obra tan fundamental., en la que lo preocupa a Heidegger no es tanto el arte cuanto la comprensión de la realidad que subyace a nuestra cultura moderna, pero Heidegger vuelve al arte para recordarnos una comprensión más arcaica y original del ser. “El arte importa porque puede abrir ventanas en la casa que la metafísica ha construido, ventanas a un exterior para el que carecemos de palabras adecuadas”. (p. 196)

 

Sixto J. Castro