KANT, Inmanuel, Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y de lo sublime, introducción, traducción y notas de Luis Jiménez Moreno, Madrid, Alianza, 2008, 119 pp., 18x 11 cm., ISBN 978-84-206-6196-4.

 

Lo que destaca en esta obra precrítica de Kant es la mezcla del sentimiento y de la moralidad en su análisis de lo bello y el gusto, una idea que seguirá presente en la Crítica del Juicio. Lo crítico de ésta no renuncia por completo a los planteamientos que aparecen en esta obra de “juventud” y que quedarán consignados en la Crítica en términos de una relación simbólica (la belleza como símbolo de la moralidad), porque el mal es feo.

Esta obra está dividida en cuatro secciones, la primera referida a los objetos, la segunda a las propiedades, la tercera a los sexos a los que corresponde de manera más apropiada lo bello y lo sublime y finalmente, la cuarta, que aplica estos sentimientos a los caracteres nacionales. Desde el principio, Kant deja claro que el placer o displacer son a lo que se refieren los sentimientos de lo bello y lo sublime. En su opinión, lo sublime conmueve, lo bello encanta, por eso ofrecemos un semblante serio ante lo sublime (sea terrible, noble o magnífico) y otro risueño ante lo bello. Asimismo, las propiedades sublimes infunden respeto, pero las bellas amor, y la tragedia despierta el sentimiento de lo sublime, mientras que la comedia el de lo bello. Pero esto también se relaciona con los vicios, con la apariencia física, con la constitución humoral, es decir, con los temperamentos, con el sexo (femenino bello, masculino sublime). Claramente, para Kant, lo bello y lo sublime no apelan al entendimiento, de modo que no se puede eliminar al contrincante con la acusación habitual de falta de entendimiento, sino que es cuestión de sentimiento (cf. p. 61). Además, en esta obra, sin pretensiones de gran exhaustividad, Kant aboga por la universalidad del reconocimiento de la belleza y por el atractivo que la belleza moral supone, en la medida en que “el descubrimiento de un nuevo encanto hace sospechar siempre otros muchos” (pp. 83-84), idea que ha desarrollado recientemente Nehamas en su obra, ya recensionada aquí, Only a promise of happiness. La parte final aplica a los españoles el sentimiento de lo sublime, si bien la erudición de Kant falla estrepitosamente cuando afirma que “la nación española ha mostrado en sí poco sentimiento para las bellas artes y para las ciencias” (p. 95). A la altura del siglo XVIII no se podía sostener al menos la primera parte de esta afirmación. En todo caso, la caracterización de lo español es bastante laudatoria. Muchas de las intuiciones enmarañadas en la Crítica del Juicio se comprenden mejor desde este escrito, que Kant emprende “con los ojos de un observador, antes que con los de un filósofo” (p. 29).

 

Sixto J. Castro