KRAUSZ, Michael (ed.), Is There a Single Right Interpretation?, University Park, Pennsylvania, The Pennsylvania State University Press, 2002, 423 pp., 23 x 15 cm., ISBN 0-271-02183-7 (pbk.).

 

La pregunta a la que tratan de dar respuesta las 20 colaboraciones que constituyen este libro es la siguiente: ¿hay una única interpretación correcta de las obras literarias, visuales, musicales, legales, sagradas, del yo y otros fenómenos culturales? ¿Hay una interpretación única correcta de una obra de teatro o de una pieza musical? Entre el singularismo, que afirma esta unicidad, y el multiplicismo, que lo niega, se mueven los extremos teóricos. Los singularistas defienden que no se pueden defender conjuntamente interpretaciones incompatibles. Los multiplicistas defienden que puede haber un número de interpretaciones igualmente correctas del mismo objeto. La parte I de este libro ofrece ejemplos de interpretaciones aparentemente incompatibles y, siguiendo el multiplicismo, propone estrategias para hacerlas admisibles, subrayando la apertura de la interpretación. Así, Alan Goldman analiza, entre otras cosas, si las interpretaciones crean las obras, cosa que niega, pero defiende ese pluralismo. Joseph Margolis niega también el singularismo e insiste en que no hay manera de probarlo, criticando, entre otras cosas, la aproximación de Danto a la interpretación del artista. Paul Thom defiende que la interpretación es potencialmente plural, y basa su postura en la definición de Margolis de las obras de arte como "entidades físicamente encarnadas y culturalmente emergentes". Jitendranath Mohanty analiza la cuestión desde algunas distinciones introducidas en la filosofía del lenguaje india y desarrolla diez tesis que le conducen a la conclusión de que el texto siempre puede ser interpretado de nuevo, de modo que ni la intención del autor ni el significado literal del texto pueden constreñirnos a aceptar un cierre final. Laurent Stern estudia los diferentes estados de la interpretación y la relación de ésta con las descripciones de hechos.

La parte II afirma el singularismo y critica algunas de las estrategias de la parte I. En ella David Novitz apunta que la cuestión es la adecuación de una interpretación, no si hay una única interpretación correcta, asumiendo que hay interpretaciones genuinamente incompatibles que una persona puede encontrar aceptables, pero no acepta la posición pluralista de que las interpretaciones incompatibles puedan ser admisibles en conjunto, porque cuando se trata de interpretación rige la bivalencia, de manera que sólo puede haber una interpretación verdadera. Michael Krausz examina detalladamente el singularismo y el multiplicismo y una cuestión bien importante: las ontologías de los objetos de interpretación, bajo las categorías de realismo (que supone que un objeto de interpretación está totalmente constituido independientemente de las prácticas interpretativas), constructivismo (que postula que al menos alguna de las propiedades del objeto son constituidas por las prácticas interpretativas) y realismo constructivo (que afirma que la misma idea de objetos de interpretación o de la existencia de tales objetos no tiene sentido independientemente de algún marco constructivo o un sistema de símbolos, y que a su vez se divide en un realismo constructivo interno y otro externo, sin comprometerse ni con el singularismo ni con el multiplicismo). Chhanda Gupta explora la tesis expuesta de Krausz del "realismo constructivo" y analiza con detalle cuál es la constitución del esta posición irénica. Robert Stecker desarrolla su propia teoría de la interpretación, donde diferencia entre el texto y la obra como objetos de interpretación, así como los problemas inherentes al constructivismo, aunque acepta que en algunas de sus versiones puede ser sostenido, así como lo que el llama el historicismo tradicional. Ambos considera que son compatibles con su teoría. Philip Percival se pregunta si las interpretaciones crean objetos distintos de sí mismos y critica lo que él denomina el "constructivismo radical", que ve reflejado precisamente en Stecker, como incorrecto, pero defiende que hay significados críticos que algunas obras de arte poseen y que sin embargo hay otras circunstancias en las que, dada la doctrina de la distinción texto/obra, las interpretaciones críticas pueden conducir a la creación de una nueva obra de arte.

La parte III discute la interpretación en la literatura, la música y la ley. Torsten Petterson critica lo que él llama "monismo" (que se corresponde más o menos con lo que se ha venido llamando singularismo en las otras contribuciones) y las formas que presenta (entre ellas el intencionalismo), y el constructivismo y presenta como alternativa el reconocimiento en la obra literaria de lo que llama "flexibilidad" (pliability), que ilustra con varios ejemplos tomados de Shakespeare, al tiempo que sostiene que "una obra de arte es indefiniblemente flexible, es decir, ni fijada ni indiscriminadamente maleable", por lo que puede haber muchas interpretaciones correctas diferentes, a saber, puede darse lo que él denomina un "realismo pluralista". Stephen Davies estudia los distintos tipos de interpretación implicados en la ejecución y recepción de una obra musical, sosteniendo que en ninguna de ellas es costumbre asumir que hay una interpretación correcta, es más, que la misma naturaleza y valor de la obra musical pide varias interpretaciones. Rex Martin critica la tesis de Dworkin de que en jurisprudencia hay una interpretación única correcta. Charles Guignon, desde la hermenéutica, analiza la interpretación como descubrimiento y desocultación en Heidegger, y como portadora de verdad en Gadamer, y ve cómo en esta perspectiva ninguna interpretación puede considerarse definitiva, vinculando la interpretación tal como la entiende la hermenéutica con lo que denomina "realismo multiplicista". Peter Lamarque sostiene que un componente central de la interpretación literaria tiene menos que ver con el significado o con la comprensión y más con una apreciación particular y desarrolla su tesis siguiendo la distinción de Beardsley entre explicación, elucidación e interpretación.

La parte IV problematiza las intenciones individuales del creador y opone el intencionalismo hipotético al intencionalismo actual. Jerrold Levinson desarrolla su tesis del "intencionalismo hipotético", que ilustra con ejemplos literarios, y expone las objeciones más frecuentes a su teoría, respondiéndolas una a una. Noël Carroll examina el debate entre el intencionalismo hipotético y el intencionalismo efectivo, poniendo como ejemplo al comediante Andy Kaufman, y defendiendo lo que denomina el "intencionalismo efectivo moderado", que difiere del intencionalismo hipotético en los datos que pueden manejarse para constituir la hipótesis interpretativa. Annette Barnes sostiene que las representaciones fieles son siempre genuinas, pero que no todas las representacones genuinas son fieles, y estudia la diferencia entre ambos conceptos en lo que respecta a la intención del autor. Susan L. Feagin defiende que los artefactos adquieren tensiones ontológicas y ambigüedades como parte de su identidad debido a los cambios en el contexto cultural, dialogando con Margolis. Finalmente, Garry L. Hagberg estudia la cuestión de la propia autointerpretación verdadera en Wittgenstein y San Agustín. Lo hasta aquí dicho puede mostrar la importancia de esta obra, que constituye en sí misma un debate acerca del problema de la interpretación y ofrece un enorme número de pistas para profundizar en la cuestión, dada la calidad de las contribuciones y de os colaboradores.

 

Sixto J. Castro