PASKOW, Alan, The Paradoxes of Art. A Phenomenological Investigation, Cambridge, Cambridge University Press, 2004, 260 pp., 23,5 x 16 cm., ISBN 0 521 8283 3.

 

Paskow deja claros sus presupuestos ya en la introducción, mostrándose crítico con determinadas afirmaciones de Kant asumidas acríticamente por toda la tradición estética posterior. Trata las diversas posiciones que la filosofía analítica ha adoptado respecto a la dimensión “subjetiva” de la experiencia estética, pero considera que hay, de base, un error de apreciación que radica en la asunción de una visión eminentemente cartesiana (la visión en tercera persona). Para poner en claro cuáles van a ser sus maestros en el libro, nos introduce el giro husserliano y heideggeriano, con la importancia que conceden a las intuiciones en primera persona. Asimismo, en esta introducción nos dice que su fuente fundamental va a ser Ser y Tiempo, y no El origen de la Obra de Arte, como cabría pensar, pues considera que esta última obra es más inspiradora que filosóficamente penetrante (p. 30). El primer capítulo se centra en analizar la realidad de los seres ficcionales: Paskow se sitúa del lado del realismo. Desde sus presupuestos neo-heideggerianos, critica a los más eminentes analíticos que han tratado esta cuestión de la ficción. Tal es el caso Kendall Walton, cuya teoría de la simulación expone y critica con buenos fundamentos, al igual que hace con la teoría del pensamiento, de Noël Carroll, Yanal y otros, y defiende la teoría realista desde presupuestos fenomenológicos. Pero para sostener su tesis de la realidad de los seres ficcionales de la experiencia artística, Paskow ha de fundamentar sus tesis en Heidegger, lo que comienza a hacer en el capítulo 2, con una serie de apuntes heideggerianos acerca de qué son las cosas, que se ven complementados por un añadido neokantiano de Paskow, una especie de preparación para entender las obras de arte. Un paso más lo constituye la caracterización heideggeriana de quiénes son los otros para nosotros, que es donde Paskow introduce sus tesis acerca de la realidad de los caracteres ficcionales de la literatura. Y ya tiene los elementos para centrarse en lo que a él le interesa: la pintura. ¿Por qué nos importa la pintura? Para analizar esto, comienza por criticar determinadas concepciones del símbolo sostenidas por autores diversos, que él ejemplifica en Panofsky, y propone un acercamiento alternativo a cómo entramos en el mundo de una pintura, para lo que también tiene que poner en entredicho, aunque reconociendo sus méritos, a Wollheim. Y así, hace una reflexión sobre el cuadro de Vermeer Mujer sosteniendo una balanza en clave heideggeriana, pero también freudiana: entrar en el mundo de una pintura como si fuese un sueño propio, aunque su interpretación, si bien sugerente, no deja de ser eso, una interpretación. No obstante, los fundamentos de su tesis son muy valiosos. Y para terminar, Paskow trata el problema de la interpretación, dividiendo todas las orientaciones en siete escuelas básicas y elabora una serie de contraejemplos interpretativos a su visión fenomenológica, de nuevo, poniendo como ejemplo el cuadro de Vermeer antes citado: una interpretación feminista, otra marxista y otra deconstruccionista para, a partir de nuevo de Heidegger y Gadamer, apoyar la tesis de una apreciación artística transcultural y transhistórica.

Ciertamente no es una obra de las que se esperan que lleguen del mundo anglosajón, pues no es nada analítica, al contrario, más bien fenomenológica, y no desdeña ninguna de las tradiciones. Lo que menos convence es la aproximación fenomenológica concreta a la obra de arte que se pone como ejemplo, que es lo mismo que le sucede a Heidegger en El Origen de la Obra de Arte, con las célebres botas de Van Gogh. No obstante, el armazón teórico (o preteórico) que nos propociona es excelente.

Hay una errata en la p. 87: en vez de “present-at-hard”, debería decir “present-at-hand”. Otra en la p. 240: en vez de “de gustibus non est disputandem” debería decir “disputandum”.

 

Sixto J. Castro