RIVERA, Juan Antonio, Lo que Sócrates diría a Woody Allen, Cine y Filosofía, Madrid, Espasa, 2003, 326 pp., 22 x 15 cm., ISBN 84-670-1261-7.

 

El criterio que el autor sigue para seleccionar las películas es la lectura filosófica que se pueda hacer de ellas, no tanto su calidad estética. El libro se articula en dos partes: cuestiones morales y psicológicas, que no establecen una frontera clara, porque las películas dan más de sí que un solo tema. En la primera aborda varias cuestiones: el problema del amor no conseguible por la fuerza (explicado en el capítulo 1 y 3 con la películas El coleccionista y Ciudadano Kane); la crítica al intelectualismo en la acción, que supone que toda acción inteligente presupone siempre una meditación racional y a partir de ahí, del intelectualismo moral y el intelectualismo político (ejemplificado este intelectualismo en la búsqueda religiosa de Woody Allen en Hannah y sus Hermanas), la inducción de fobias en La naranja mecánica (película que da para mucho más que para lo que la utiliza el autor), el aburrimiento en Calle Mayor (la única película en la que, hasta el momento, el autor no desvela el final, aunque casi). La segunda parte se centra en aspectos morales. Empieza analizando la formación del gusto moral en Almas desnudas, destripando la película, para mi gusto, y planteando el dilema moral que ésta propone en términos de una moral de convicción y otra de consecuencias (aunque no expresamente en estos términos), la formación del gusto moral en La ley del silencio. Con Recuerdos, de Woody Allen estudia el papel del azar en la vida, esta vez sin demasiadas concesiones a la película, poco más que citada; El hombre del brazo de oro le sirve para exponer los problemas de falta de voluntad y la transformación de las "metapreferencias", quizá en el capítulo más legible, así como el autoperfeccionismo y sus riesgos. Luego, con Vivir de Kurosawa, reflexiona sobre el modo de dar sentido a la vida y las creencias que la sustentan, en el capítulo quizá más interesante del libro. Con Family Man diserta sobre la posibilidad de vivir otras vidas (en virtud de la elección), pero sólo la describe, aunque en el capítulo siguiente la analiza en términos del peso de cada decisión libre sobre la libertad misma, haciendo algunas calas nietzscheanas y, menos mal, emparentándola con la infinitamente superior Qué bello es vivir. Desde aquí continúa con el análisis de lo que denomina "paisajes rugosos" (planos vitales que orientan los medios y los fines y que van configurando, en una mezcla de azar y racionalidad la vida del individuo) y "órbitas pegajosas" en una metáfora bastante acertada. Desde aquí pasa a analizar el apetito fáustico frente al amor fati en Desafío total, La Rosa Púrpura del Cairo y Las zapatillas rojas, en un capítulo bastante bueno. mucho más elaborado que los primeros. Y no podía faltar Matrix, enlazada con el Mito platónico de la Caverna, con Descartes, con la tradición judía y con la cuestión de la "verdadera" realidad y plantea un elemento aparentemente menor, que se les ha escapado a otros comentaristas: la traición de uno de los liberados, como un posible descubrimiento novedoso en el "paisaje rugoso" de su existencia. El mundo "real" aparece de nuevo en El Show de Truman, que el autor describe con detalle. El penúltimo capítulo revisa las experiencias que nos hacen posible vivir una existencia cuasi-fáustica, entre las que destaca el autor la ficción cinematográfica. Y finaliza con capítulo sobre el amor, centrado en Casablanca, dando una interpretación que comparto por completo.

En resumen, podemos decir que esta obra plantea el tema y cuenta con demasiados detalles el argumento de las películas (en algunos casos, como hemos apuntado, quitando todo deseo de verla, en la medida en que revela los finales, pecado de lesa majestad, en la medida en que hace que el posible espectador pierda la posibilidad de verla con frescura, cosa que él mismo critica, curiosamente, al final de su libro (p. 297).

En mi opinión, no hay demasiadas reflexiones personales, sólo algunos complementos no demasiado allá. Y el título es totalmente desafortunado. Por otra parte, tratar de "estrafalarias" las ideas de Berkeley (p. 311) es no haber entendido nada más que la corteza de las mismas, que es lo que el autor expone. En definitiva, una obra bastante irregular, a la que hay que conceder que va ganando calidad a medida que avanza.

 

Sixto J. Castro