ROUSSEAU, Jean-Jacques, Carta a D’Alembert sobre los espectáculos, estudio preliminar de José Rubio Carracedo, traducción y notas de Quintín Calle, Madrid, Tecnos, 2009, 2ª ed., 170 pp., ISBN 978-84-309-4968-1.

 

Esta carta es el escrito polémico más popular de Rousseau, que marca la ruptura del autor con Diderot y se dirige indirectamente contra Voltaire y, en último término, contra los intereses ocultos bajo el proyecto ilustrado, a los que se opone vehemente Rousseau y que, en este caso, confluyen en un asunto tan concreto como el teatro. Todo esto lo explica en detalle José Rubio en su cuidadoso estudio preliminar. Lo que motiva este escrito es el artículo “Ginebra”, escrito por D’Alembert para la Enciclopedia, en el que se acusa al clero ginebrino de socinianismo y se expone el proyecto de fundar en Ginebra un teatro de Comedias. Reconociendo la unidad de la naturaleza humana, Rousseau la ve tan transformada por religiones, gobiernos, etc., que no se puede considerar que el espectáculo bueno en un lugar lo sea en todos. Los espectáculos se orientan al placer como fin principal, de ahí que la diversidad de espectáculos proceda de la diversidad de gustos de las naciones. Pero no se sigue que el teatro sea un reino moralmente autónomo, sino que genera un mundo que queda relegado al escenario y que vuelve a la virtud una actuación teatral "apta para divertir al público, pero que sería un locura querer trasladar seriamente a la sociedad". El teatro (especialmente la comedia francesa) no lleva a amar la virtud, sino que cultiva el vicio. El ejemplo en el que se detiene Rousseau es El misántropo, de Molière, que recorre en detalle para ver sus defectos, que se ven incrementados en los continuadores de este autor, que carecen de su genio. Los papeles que se otorgan a las mujeres, a los ancianos invierten lo que Rousseau considera las relaciones naturales. Y todo eso se transmite a la vida pública, por efecto de los espectáculos, que nunca tienen un efecto moral ni saludable, ya que son más los inconvenientes que las ventajas que de ellos se derivan. Todo ello concluye en la crítica rousseauniana a París y la alabanza de la vida en pequeñas ciudades.

Y es que los perjuicios de los espectáculos son numerosos: relajamiento del trabajo, aumento del gasto, disminución de la producción, establecimiento de impuestos e introducción del lujo. Está claro que la socialización anexa al espectáculo es causa de muchos males, por no hablar del carácter despreciable de los comediantes, que ponen en venta su persona para engañar a los hombres y que son, por naturaleza, viciosos.

La existencia de la comedia destruiría las costumbres ginebrinas, piensa Rosseau. Así, aunque el teatro pueda ser recomendable en París, no es apropiado para la ciudad de Ginebra, dadas sus peculiaridades, que exigen fiestas públicas y no encierros teatrales. El impulso político y social de Rousseau se muestra en esta comprensión de los espectáculos artísticos como reuniones comunes que imitan las fiestas espartanas. Tal es el arte que comviene a Ginebra, aunque en París quepa otra cosa, sin duda, menos valiosa, al entender de Rousseau.

 

Sixto J. Castro