SAEHRENDT, Christian y KITTL, Steen, Yo también sabría hacerlo. Entender el arte moderno. Anécdotas y curiosidades, traducción de Eva Nieto, Barcelona, Robinbook, 2009, 235 pp. ISBN 978-84-96924-43-7.

 

Esta obra, escrita con un estilo muy libre, divertido, irónico, incluso sarcástico, propone una “radical dieta de arte”, es decir, saber mirar las cosas artísticas por lo que valen y “consumir” (porque el arte, hoy quizá más que nunca, es un artículo más de consumo) con moderación. Los autores, ambos expertos en historia del arte, conocen bien el panorama actual y manejan algunas de las teorías principales de la teoría del arte, sobre todo las que se esgrimen para integrar los casos extremos dentro del “mundo del arte”. Por su discurso pasan los artistas “provocadores” (“truco barato” para conseguir gritar que se les censura, según Saehrendt y Kittl), la complicidad del público que hace “como si se entendiera todo”, la crítica a las instituciones aprovechándose de las instituciones, la mitología del artista, el negocio del arte, la crítica de arte al servicio del mercado... , que se resume en que “hoy en día se puede realizar como performance cualquier tipo de trastorno de la conducta o de interacción, siempre que se realice en lugares en los que se sospeche que se disfruta del arte” (p. 43). Tras ello se pasa a las exposiciones generadoras del valor de los artistas y a su modo de trabajar, los museos como contenedores en los que es imposible prestar atención a las obras durante más de unos pocos segundos. Y así se llega al esoterismo de iniciados de los discursos sobre arte, porque cada obra lleva en sí una discusión de lo que es arte en general, frente a un público cada vez más domesticado incapaz de reaccionar ante casi nada. Los autores hacen mención a las tropelías que se hacen sin que se sepa si son obra de arte, parte de una obra de arte, anti-obra de arte..., así como a las declaraciones grandilocuentes de los artistas y de los críticos... Y para finalizar, la pregunta del millón. Aunque sepamos diferenciar arte de no arte, nos queda diferenciar el buen arte del malo.

Una lectura muy amena, divertida, socarrona, pero que da directamente en el corazón del negocio del arte y del olvido de muchos de sus constituyentes esenciales. Lo que más se echa de menos son las referencias de las declaraciones de los personajes incluidos en el libro

Hay un pequeño error de los autores, que atribuyen a los experimentos conductuales de Milgram el aplicar descargas eléctricas a los sujetos (cuando en realidad eran simuladas y era un actor quien interpretaba).

 

Sixto J. Castro