SCRUTON, Roger, Beauty, Oxford-New York, Oxford University Press, 2009, 223 pp., ISBN 978-0-19-955952-7.

 

Maravillosamente editada, esta obra de Scruton pretende responde a por qué la belleza ocupa un lugar tan elevado en nuestras vidas, a su relación con la moralidad, a cómo se puede usar una norma de gusto para referirse al gusto de los otros, a cómo se pueden establecer jerarquías estéticas. Scruton parte de que en el relativismo actual, que considera los juicios de belleza como puramente subjetivos, parece que criticar un gusto es sólo dar voz a otro y que, por ello, la crítica ya no tiene tarea. Pero, entonces, ¿por qué estudiar humanidades, en general, si carecen de base racional? Desde esta pregunta, Scruton pretende mostrar que los pensamientos escépticos sobre la belleza son injustificados, porque la belleza es un valor real y universal, anclado en nuestra naturaleza racional y el sentido de la belleza tiene una parte fundamental en la configuración del mundo humano. Todo ello desde la filosofía. Comienza así por explorar los lugares comunes en torno a la belleza y las paradojas a las que nos abocan, para llegar a la conclusión provisional de que : “llamamos a algo bello cuando obtenemos placer al contemplarlo como un objeto individual, por sí mismo, y en su forma presentada" (p. 26), lo que le lleva, poco a poco, a explorar, de manera clara y sencilla, la teoría kantiana. Analiza detalladamente la belleza humana, especialmente desde el punto de vista de una psicología evolucionista, que no le resulta suficiente, ya que si bien la belleza puede ser suficiente en la elección de una pareja reproductiva, nunca es necesaria. Estudia, así, el aspecto erótico/deseante relativo a la belleza, sobre todo desde Platón, además del alma bella decimonónica y la relación entre lo bello y lo sacro. Al hacerlo así, considera que deseo sexual, sentido de belleza y reverencia por lo sagrado son estados mentales próximos, que se alimentan mutuamente y nacen de una raíz común. Y roda psicología evolucionista que quiera explicar la belleza tendrá que tener esto en cuenta.

Desde aquí pasa a analizar la belleza natural, especialmente desde Kant, atendiendo a análisis contemporáneos, y especialmente a las divisiones kantianas entre los tipos de belleza (libre y dependiente) y a su relación con lo sublime. De ahí pasa a la belleza cotidiana, la que se da en los jardines, el estilo, la moda y desde éstas a la belleza artística, donde Scruton se compromete claramente con un carácter del arte en el que no caben urinarios. Se detiene en las cuestiones de representación y expresión, forma y contenido, significado y metáfora y no duda en defender una aproximación estética al arte: "La forma suprema de belleza, tal como es ejemplificada en aquellos logros artísticos supremos, es uno de lo dones más grandes de la vida. Es el verdadero fundamento del valor del arte, porque es lo que el arte y sólo el arte, puede dar" (p. 128). Establecido eso, queda por analizar la cuestión del gusto. Para defender que sí puede existir un criterio de gusto, Scruton relaciona la belleza, como objeto de deseo, con la belleza como objeto de contemplación, para lo que establece una clara diferenciación entre el erotismo (en referencia a un sujeto encarnado) y la pornografía (en referencia a un cuerpo objetualizado). En este sentido, Scruton se opone al arte que hace corresponder la fealdad de las cosas que retrata con su propia fealdad y devalúa la belleza como algo demasiado dulce, es decir, que nos lleva a un iconoclasmo estético. Por el contrario, la experiencia de la belleza nos dice que estamos en casa en el mundo, de ahí que tenga un aspecto sacro que es, precisamente, el que es puesto en peligro por uno de sus grandes enemigos (presente en varios ensayos de Scruton): el kitsch. La obra termina, como suele ser habitual en Scruton, con una bibliografía comentada. Todo ello da lugar a una obra espléndida, rica en sugerencias y que representa un paso muy importante en el pensamiento contemporáneo comprometido con la recuperación de la belleza en el arte y en todas las dimensiones humanas.

 

Sixto J. Castro