URBINA, Pedro Antonio, Filocalía o Amor a la Belleza, prólogo de Antonio Millán-Puelles, Madrid, Rialp, 2008, 2ª ed., 264 pp., ISBN 978-84-321-3686-3.

 

La ideas básicas de este obra son que el artista está por encima del filósofo, la belleza más allá de la verdad, y el carácter de unidad de la obra de arte (no cabe separar materia e idea). Asimismo, se insiste en la idea de que el arte mira fundamentalmente a la belleza, no a la demostración de verdades, si bien de la mano de la belleza van la verdad y el bien, de manera que la belleza es objetiva. La consideración trascendental y cristiana que adopta el autor le lleva a la equiparación entre Dios y Belleza, de modo que la Belleza es la que se manifiesta en la belleza de la obra, y ello le permite ser crítico (platónico o platonista) hacia la inmoralidad de ciertas obras de arte (¿lo son entonces?). Para el autor, todo arte es religioso, lo cual es defendible, pero no parece que se pueda decir que las sonatas del padre Soler son peores que las de Bach porque a aquél Dios le dio el sacerdocio y a éste le dejó “en la incompleta verdad del protestantismo” (pp. 98-99). Sin duda, el análisis tiene que ser completamente autónomo. Que el arte sea religioso, que sea una vía de encuentro con lo sagrado, no significa que el único criterio de juicio sea el religioso. En ese aspecto, cabe mayor autonomía de la que le concede Urbina (cf. p. 183). Es de alabar su pasión por la belleza, aunque a veces su visión cristiana se resiente, como al hablar del “cuerpo cárcel del alma” (p. 181). En cualquier caso hay tantas dependencias de una determinada metafísica en esta obra (no suficientemente apoyada o aclarada por el autor) que se trata de una obra que no es fácil de digerir intelectualmente.

 

Sixto J. Castro