YOUNG, James O. (ed.), Aesthetics. Critical Concepts in Philosophy, London and New York, Routledge, 2005, 4 vols. 394+399+405+376 pp., 24 x 16 cm., ISBN 0-415-33890-5.

 

La presente obra forma parte de una serie titulada “Critical concepts in Philosophy” que ya ha dedicado otros volúmenes a la ética aplicada, al postmodernismo, la fenomenología, el pragmatismo y próximamente dedicará otro al libre albedrío. Consta de cuatro volúmenes, que dan lugar a 18 partes. El volumen I (Historia de la estética) presenta las dos primeras partes. En la 1, “Orígenes de la estética moderna”, se nos presentan textos de Addison, Hutcheson, Hume, Gerard, Burke, entre otros. Young justifica su elección de los autores clásicos porque considera sólo obras o artículos que aparecieron originalmente en inglés y porque los autores franceses y alemanes de la época (los españoles no son ni siquiera considerados, aun cuando los hay) no son fácilmente extractables. La 2, “Ensayos sobre la historia de la estética” nos proporciona textos de Anna, Lear, Kivy, Neil, Guyer, etc. sobre los autores más importantes de la historia (Platón, Aristóteles, Hume, Kant, Nietzsche. El volumen II (Teoría estética) contiene la parte 3, “definiciones del arte”, con textos fundacionales como “El papel de la teoría en la estética” de Weitz, “El mundo del arte” de Danto, y otros de Mandelbaum, Diffey, Levinson, Dickie y Davies, tantos textos precisamente porque uno de los mayores esfuerzos en la estética anglosajona contemporánea ha sido tratar de definir el arte; la parte 4, “Ficción”, contiene textos de Searle, Lewis, Rorty, Walton y Currie; la 5, “Conceptos estéticos e interpretación” presenta artículos de Isenberg, el célebre “La falacia intencional” de Winsatt y Beardsley, los “conceptos estéticos” de Sibley y otros de Walton, Levinson, Stecker e Iseminger, mostrando algunos de los textos claves para tratar de resolver la relación entre intención en interpretación. La parte 6, “Metafísica y valor estético”, contiene textos de Pettit, Goldman, Bender y Zangwill, sobre todo en torno a la cuestión del realismo estético, otro de los temas más en el candelero y en el debate. El volumen III (Cuestiones y tareas) comprende la parte 7, “Ontología del arte”, con artículos de Levinson, Dodd y Howell centrados sobre todo en la ontología de la obra musical; la parte 8, “Arte y ética”, tema de enorme actualidad, contiene colaboraciones de Carroll, Devereaux y Kieran, los tres expertos de reconocido prestigio en el campo; la parte 9, “Arte y conocimiento”, presenta colaboraciones de Wilson, Putnam, Robinson y Lamarque, que se centran en la literatura (aunque el editor apunta, con razón, que otras formas de arte pueden proporcionar determinados tipos de conocimiento); la parte 10, “Estética feminista”, hace participar a Nochlin, Korsmeyer, Felski y W. A. Eaton; la 11, “Arte y emoción”, otro de los temas estrella, tiene artículos de Radford, Feagin, M. M. Eaton y Yanal; y la parte 13, “Estética y mundo natural”, contiene artículos de Hepburn, Carlson, Berleant y el imprescindible Budd. Finalmente, el volumen IV (Las artes individuales) comprende de la parte 13, “Música”, con artículos de S. Davies, Kivy, Radford y Robinson centrados en la música y las emociones; la 14, “Cuadros y pinturas”, con textos de Gombrich, Goodman, Wollheim (su célebre “seeing-as, seeing-in”) y Hopkins; la 15, “Cine”, con artículos de Sesonske, Danto, Cavell y Gaut (alguna colaboración de Thomas Wartenberg hubiera sido muy bienvenida aquí); la 16, “Fotografía”, con artículos de Scruton, Walton, Lopes; la 17, “Arquitectura”, con artículos de Scruton Carlson, S. Davies y finalmente la 18, “danza”, con artículos de Cohen, Beardsley, Carroll y Barnes. El editor justifica por qué no incluye capítulos sobre teatro y escultura y por qué no –lo que parece más llamativo–, sobre literatura (ya están incluidos en otras secciones). La obra se completa con un índice de suma utilidad. Siete artículos son del siglo XVIII, uno del diecinueva y todos los demás del siglo XX, a partir de 1946, fecha de publicación de “La falacia intencional” de Wimsatt y Beardsley, hasta el último, que es de 2003. La mayoría procede de diversas revistas o de artículos de obras en colaboración. Algunos capítulos son extractos de libros. Nos encontramos, así, ante una colección de ensayos que estaban dispersos por muchas revistas y libros, de manera que la utilidad de esta obra queda fuera de toda duda, tanto para el estudiante que debe leer textos clave de determinadas temáticas, como para el investigador que quiere profundizar en un determinado tema. El editor ha tratado de basarse en el Routledge Companion to Aesthetics, que ya reseñamos en esta revista tiempo atrás [LI (2002) 148-149], incluyendo artículos que allí eran citados como bibliografía básica y complementaria. Cada uno de los volúmenes de esta colección corresponde a una de las cuatro secciones del RCA, de manera que ambas obras pueden verse como complementarias, si bien ésta antología incluye algunas secciones que no estaban en el RCA. Todos los que están, son de los primeros espadas en la estética anglosajona contemporánea, si bien se echan de menos algunos nombres, aunque el mismo editor reconoce que podría haber compilado otros cuatro volúmenes, de haber seguido sus intenciones. Y además hay autores, como Searle, Rorty o Putnam, que, si bien se usan en estética, no son especialmente reconocidos por sus aportaciones al campo estético. El mismo editor reconoce que ha dejado fuera temas estéticos importantes (aunque no alude entre ellos a la belleza, curioso). El elemento central a toda estética es la búsqueda de un estándar de gusto, más allá de las cuestiones de metafísica o filosofía del lenguaje anexas a la estética, y en torno a eso gira toda la elección de artículos que hace Young, porque para él la estética debe dar razón de por qué ver una obra o escuchar una pieza, es decir, la estética tiene una polaridad evaluativa innegable, que evalúa el valor estético de una obra. Por eso Young clama por una “teoría del gusto” que ejerza en estética un influjo semejante al que la “teoría de la justicia” de Rawls ejerció en el ámbito de la ética. En cualquier caso, es una obra imprescindible en cualquier biblioteca, sobre todo por el difícil acceso a algunos de los artículos en ella contenidos. No hay nada que objetar a la selección, que es muy atinada, aunque (si bien no es la intención del autor) se echan de menos las voces continentales, que también dicen mucho. En todo caso, hay que tenerla.

 

Sixto J. Castro