Amador Sánchez
Van Eyck: El nuevo valor de la figura humana
El siglo XV se nos presenta como
uno de esos periodos históricos de transición donde es difícil
marcar los límites de tiempo entre una etapa que va muriendo y
un nuevo periodo cargado de novedades e innovaciones. Este siglo
puente de una Edad Media que agoniza y un Renacimiento que
comienza vislumbrarse claramente y que alcanza su plenitud en el
siglo siguiente, aparece plagado de dudas y pero sobre todo, es
testigo de un cambio ideológico fundamental que colocará al
hombre en el epicentro de todo un nuevo sistema de pensamiento.
El panorama artístico del siglo no es ajeno a este clima de
renovación, moviéndose entre los últimos ejemplos del estilo
internacional y la barroquización amanerada del gótico tardío
y las innovadoras fórmulas que desde distintos focos surgen en
Europa anunciando la llegada del período renacentista.
Si se busca un ejemplo que simbolice de algún modo la situación
artística que se vive en esta centuria, inevitablemente uno debe
reparar en la figura del pintor flamenco Jan van Eyck, ya que en
su obra confluyen los elementos de una tradición en muchos
aspectos aún medieval junto a las arriesgadas novedades formales
e iconográficas que introduce paulatinamente en su obra y que
culminan en su obra maestra La virgen de Autun o Virgen
del canciller Rolin, donde aparecen ya los elementos de una
sorprendente modernidad.
En los retablos de este período aparecen dos fórmulas diferentes: El donante aislado o bien presentado por un santo. Tanto en una fórmula como en la otra se aprecia cómo el donante gana importancia y ocupa pacientemente lugares mejores a medida que van desapareciendo las prohibiciones medievales. Pero entre todos los ejemplos posibles, no hay ninguno tan decidido, incluso tan atrevido en su propósito de colocar al hombre en una posición de evidente protagonismo.
Jamás hasta entonces se había introducido una iconografía más avanzada que la que aparece en la conocida obra de van Eyck. La Virgen en lugar de estar entronizada en el centro aparecie desplazada a una posición lateral más discreta, compartiendo a partes iguales con el donante la totalidad del campo con positivo del cuadro.
Toda la composición, desde la distribución de las figuras, la aparición del paisaje de la ciudad en el fondo, la igualdad en el tratamiento de la figura del donante y de la Virgen tiene una intencionalidad clara y predeterminada: equiparar el poder terrenal del personaje político sobre su ciudad con el de la propia reina de los cielos. El donante aparece además con un gesto entre irónico y burlón, inconcebible ante una presencia divina y se presenta ante la madre de Dios prescindiendo de santos introductores que lo presenten, en un alarde de falta de humildad y recatamiento pese a la genuflexión.
Todos estos factores han llevado a
distintos autores a poner en duda la personalidad del personaje,
ya que resulta extremadamente atrevida su actitud en un canciller
sin llegar a ofender a su propio señor. Además se apunta que
sus ropajes son excesivamente lujosos, más propios de una
dignidad superior.
Jean Lejeune (Universidad de Lieja), da algunas pistas para la
posible identificación del donante. Afirma que el paisaje que se
observa en el fondo corresponde a la Lieja anterior a 1468 cuando
la ciudad fue destruida. La residencia de van Eyck en esta ciudad
antes de trasladarse a Gante hace suponer que el retratado sea
Juan de Baviera. Teoría también apoyada por Francastel.
En cualquier caso la tabla supone
un extraordinario salto en la iconografía y el retrato, y tanto
en van Eyck como para sus contemporáneos se aprecia una
progresiva evolución en el tema de los donantes desde el retablo
conocido como El cordero místico de Gante, pasando por
el retablo de Dresde o algún ejemplo anterior del conocido com
Maestro de Flémàlle hasta las pinturas del propio van Eyck
colocando al donante dentro del retablo como hace en el conocido
como El canónico van der Paele hasta culminar en el del
Canciller Rolinr.
¿Cabe, por lo tanto, entender todos estos cambios como el avance
de los nuevos tiempos que se avecinan y de una nueva mentalidad
que recorre Europa? Hay varios autores que así lo entienden, que
cabe interpretarlo como el ejemplo de un humanismo que se va
extendiendo por todo el continente.
Pero hay una voz que se levanta contra esta opinión, la de J.
Huizinga que en su obra El otoño de la edad media
invierte la interpretación dada a realismo introducido por van
Eyck y sus sucesores en pintura. Advierte que no se trataría del
signo de una nueva época, sino los últimos rasgos del periodo
final medieval; "el último eslabón de una cadena de
mejores gradualmente desplegada ". Huizinga ve en la obra de
van Eyck, en su escrupuloso realismo, en su exactitud por el
detalle natural, la representación del fin de una antigua
tendencia de la pintura septentrional europea y no el comienzo de
nada nuevo. La "esterilidad de la imaginación", que es
la idea central de Huizinga sobre el ocaso de la Edad Media,
queda de manifiesto por la necesidad de dar forma concreta a los
conceptos. Cada pensamiento buscaría expresión en una imagen,
rompiendo la tradición "simbolista" medieval que
elevaba el arte a un ejercicio intelectual.
Frente a las teorías del autor holandés aparecen las defendidas
por Bruckhardt, Courajod, y Fierens-Gevaert.
Bruckhardt coloca a van Eyck en
solitario como el gran impulsor del renacimiento en el norte de
Europa. Idea que lleva aún más allá Courajod que afirma que es
en la Europa septentrional más que en la meridional donde
aparece el naturalismo, y por tanto es en Flandes donde habría
que buscar el origen del renacimiento y no en Italia, que se
verá influenciado por los artistas franceses y flamencos antes
de convertirse en la gran protagonista en el siglo siguiente.
Hay que interpretar la pintura de van Eyck, como se apuntaba al
principio de este artículo, como una combinación de elementos
de dos épocas que se cruzan en la obra de este pintor que supo
fundir a la perfección una tradición de raíz nórdica y
medieval con las renovadas ideas de un humanismo que comenzaba a
recorrer Europa a gran velocidad.
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