Carmen Hurtado, Raúl Alonso
Reflexiones sobre el inicio
Antes de empezar aclarar que, en
el presente artículo, se mezclan dos líneas investigación:
una, primera, que es una investigación que se pretende
filosófica y a la que otorgamos en el nombre de filosofía del
inicio. El objeto de esta investigación es una idea de inicio en
general o, si se prefiere, esa idea de inicio que está presente
en muchas y variadas disciplinas; cuando se habla del inicio de
la matemática con los griegos, el inicio de la filosofía con
Tales, el inicio de la Historia Contemporánea en la Revolución
francesa, etcétera. La segunda línea de investigación es más
concreta en cuanto que hemos escogido el inicio de la filosofía
occidental para ver cómo las conclusiones que se obtienen en la
primera parte se plasman en un terreno más concreto.
Gadamer indica que hay tres significados de "comienzo":
el histórico-temporal, el reflexivo de principio y final y
"el que tal vez sugiere la noción más auténtica de
principio", el principio que no conoce su desarrollo. Como
bien dice Gadamer son tres significados que no pueden separarse
sino que están interrelacionados entre sí. Probablemente sea el
reflexivo de principio y final el significado que más nos
interesa aquí por lo que voy a tratarlo con más detenimiento.
Voy a citarles a Gadamer textualmente:
"Todo principio lo es respecto de un final. Si no se dice a qué se refiere el principio del que se habla se dice una cosa que no tiene sentido. Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que el final define el principio y, naturalmente, esto nos plantea una larga serie de dificultades, porque una presuposición del sentido concreto del principio es la anticipación del final. ...Por consiguiente, principio y final están ligados entre sí y son inseparables uno de otro. Del punto de llegada depende el desarrollo del principio, la dirección que toma".
Estas reflexiones son interesantes y aunque uno pueda volverse loco por la forma que toman sus conclusiones uno ya no puede menos que reconocer que algo de verdad hay en ellas. Sin embargo hay algo que se echa de menos y precisamente por la falta de ese algo el texto se torna difícil entender. Pues tan importante como a qué se refiere ese principio es quién determina el principio. Este texto que he citado es típico de la metafísica occidental, en la que en muchos casos se tratan nociones (como la de principio o final) sin hacer mención a quien utiliza ese término. Se intenta así universalizar y "eternizar" aquello que responde, lo quieran o no, a unas circunstancias históricas. La frase "del punto de llegada depende el desarrollo del principio, la dirección que toma" puede sonar a perogrullada tautológica. La metafísica tardó dieciocho siglos en darse cuenta de que "más allá" de la física está el sujeto (trascendental, histórico,...) y aún se olvida de mencionar a éste al usar su terminología. Pero para demostrar esto hemos de mostrarles primero que las nociones de principio y final no son tan objetivas como este texto de Gadamer parece suponer: las investigaciones de H. Bergson nos ayudarán en este punto. Recordamos que un punto central de las investigaciones del filósofo francés son sus reflexiones para combatir una visión del tiempo que nos llega de la física moderna y que nos hace confundir duración con un tiempo homogéneoo, es decir, con "una representación simbólica extraída de la extensión".
Pues bien, encontrar un origen, el inicio de algo, es encontrar un estado de cosas que es radicalmente difererente a todo lo anterior. Es poder decir, aquí puede percibirse un cambio que da origen o inicio a algo.
Entonces se dan dos momentos en la
percepción: uno en el que el sujeto no percibe un devenir o
cambio, otro en el que el sujeto percibe un cambio respecto al
anterior momento.Es decir, la idea aquí reflejada de cambio
necesita de una idea de estabilidad.
Sin embargo para Bergson la percepción del cambio va ligada a
dos elementos: la atención y la memoria. Bergson da el ejemplo
de la percepción visual de un objeto exterior inmóvil. El
objeto puede permanecer idéntico y yo puedo mirarlo desde el
mismo lado, bajo el mismo ángulo, con la misma luz: sin embargo
la visión que de él tengo difiere de la que acabo de tener
aunque sólo fuese porque la visión ha envejecido un instante.
Pero lo más importante es mi memoria que inserta algo del pasado
en el presente.
Una buena muestra de esto la tenemos en la percepción de una
obra de arte. Ante un cuadro nuestra mirada se fija y la
experiencia estética no nos llega al momento sino tras mirarlo
durante unos segundos o durante horas. ¿Por qué miramos durante
tanto tiempo un cuadro? Porque lo que percibimos en un momento es
superior a lo que percibimos en un momento anterior, o como dice
Bergson: "mi estado
de alma, al avanzar en la ruta del tiempo, crece continuamente
con la duración que recoge; por decirlo así, hace bola de nieve
consigo mismo".
El llamado arte efímero es una destrucción artística de esto
al cortar la función creadora de la memoria y paralizar su
misión en un momento dado.
Volviendo al tema que nos ocupaba. Por lo tanto, la memoria hace
que nuestras percepciones en el tiempo no permanezcan idénticas.
La memoria las enriquece. Sin embargo como nuestra atención no
es constante, como cerramos los ojos a la incesante variación
nos vemos obligados, cuando la variación se ha hecho tan grande
que se impone a nuestra atención, a hablar como si un nuevo
estado se hubiera yuxtapuesto al precedente.
La aparente continuidad de la vida psicológica radica, por
tanto, en que nuestra atención se fija sobre ella mediante una
serie de actos discontinuos. Estos actos discontinuos hacen que
el historiador de la filosofía vea mitología en Homero y
filosofía en Tales. Una atenta mirada, una mirada más fija,
hace que se empiece a ver racionalidad en Homero y Hesíodo. Hay
un componente de voluntad en la atención.
De este modo al buscar un inicio en la Filosofía nos vemos
enfrentados a estos dos componentes de la percepción, pues es la
percepción del final la que nos puede indicar dónde se
encuentra el inicio que buscamos. Una pequeña reflexión sobre
el lugar temporal en que nos encontramos nos permitirá
acercarnos con más claridad a esta cuestión.
En las últimas décadas, hemos asistido a un gran cambio en el
hacer filosófico que no ha consistido en el tipo de preguntas
planteadas por la razón al ser humano, sino que queda
determinado y expresado por el cambio en el mismo concepto de
razón. Hemos sido conscientes de este cambio -de esta
"aparente" ruptura con el desarrollo anterior- en el
mismo momento de producirse, como quizá los fueron los griegos
que comenzaron a abandonar las explicaciones del mundo dados por
los mitos y comenzaron a aventurarse en nuevoscaminos
desconocidos.
Y digo "aparente" ruptura en el apartado anterior pues
es la base anterior la que nos permite elevarnos sobre ella en
una tremenda y fascinante red que se entrelaza y se piensa a sí
misma desde distintos ángulos constantemente, que es a la vez su
propia posibilidad de desarrollo y su propia limitación.
Baumgartner, en su artículo sobre el desarrollo del concepto de
razón en el pensamiento europeo, hace un exhaustivo análisis
que nos conduce a la continuidad y homogeneidad de estos
aparentes cambios -discontinuos por la propia definición de
Bergson.
Para Aristóteles, en su Metafísica, el inicio de la Filosofía
se encuentra en Tales, pues "es el primero que no contó
mitos sobre los dioses, sino que habló basándose en
demostraciones" . Que Tales hablara basándose en
demostraciones es algo que queda fuera de nuestra alcance, pues
son tan escasos los documentos que nos han quedado de los
presocráticos -y tan fragmentados- que a menudo se dejan a un
lado por mera falta de material. Y aquí es donde entran en juego
nuestros dos elementos básicos de la percepción: memoria y
atención.
La memoria, por mera sucesión de momentos, de miradas
discontinuas a un mismo hecho histórico (hablamos aquí del
comienzo histórico-temporal de Gadamer), se va enriqueciendo a
cada mirada y es cambiante por sí misma, sin voluntad que la
dirija. Descubrimos en nuestro pasado histórico-filosófico
nuevos sucesos con cada nuevo paso que damos en nuestro quehacer.
Así por ejemplo, en el escalón de nuestro actual paradigma
científico, podemos ver un anticipo en el atomismo de
Demócrito, donde los medievales -en su propia etapa de la
memoria- no vieron nada.
Con este componente de la percepción se justifica en parte el
cambio de opinión a lo largo de la Historia en cuanto al inicio
de la Filosofia.
Pero consideramos más interesante aquí el otro elemento -la
atención- por el componente de voluntad que tiene, voluntad de
un sujeto que, inmerso en un final -en una memoria determinada-
elige un modo de verse a sí mismo y de unir final e inicio,
buscando en este inicio aquello que le caracteriza y le
determina. Una voluntad de ver lo que no se ha visto antes de
desvelar pero eligiendo aquello a desvelar, aquello a dejar
patente. Quizá no sea tanta la libertad de que dispone, la
libertad de elección. Quizá está más condicionado por su
memoria de lo que supone. Gadamer evidentemente creía en una
cierta libertad individual y colectiva del Ser humano ante el
paso que le tocaba realizar.
Podemos retomar las reflexiones de Baumgartner. Desde nuestro
concepto actual de razón, ya no sirve la explicación que da
Aristóteles para ver en Tales al primer filósofo. Nestlé en su
libro Del mito al Logos hizo explícita una determinada
relación entre ambos conceptos que a su vez se situaba en una
cierta tradición respecto a qué considerar Filosofia (logos,
frase, discurso, en contraposición a mito, leyenda)
Hoy en día se ve racionalidad en los mitos por lo que desaparece
la discontinuidad entre Hesíodo y Tales.
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