Eze

Cuentos

 

Cuento I

Te escribo desde una estación. Esta estación es particular, no tiene ni autobuses, ni trenes, pero hay personas de infinitos colores y sabores.

Esta estación es complicada, te dice sí y al momento te está diciendo no, para acabar diciendo no lo sé.

En esta estación no hay trenes, pero puedes viajar a cualquier lugar: a la Luna, a las nubes, al fuego, al mar, a la miseria, al exceso y de vez en cuando también paras en el planeta Tierra.

Esta estación tiene múltiples caras: puede ser negra, también puede ser gris, si sonríe se forma un enorme arco iris y si llora el mundo se muere.

En esta estación también existen habitaciones, unas tienen dueños permanentes y otras están cambiando constantemente de inquilinos. Aunque a medida que pasa el tiempo estas últimas se encuentran más vacías y las primeras más desordenadas.

Esta estación no tiene hora de cierre y continuamente está recibiendo visitas de nuevos seres, el señor agobio acompañado de su inseparable compañera la señora desesperación. La señorita risa y su amiga la señorita lágrima. El señor miedo, la señora angustia, la pequeña niña felicidad, la abuela soledad. El tío enfado, la tía monotonía, mamá tranquilidad, papá absurdo y muchos seres más. Unos paran más tiempo y otros están un ratito muy pequeño, pero visitan la estación con mucha frecuencia.

Si quieres visitar esta estación, sabes donde se encuentra porque has estado en ella muchas veces. Se encuentra más allá del colorín-colorado.

 

Cuento II

Subí al autobús y este no se movió, así que me bajé en la misma parada, pero ahora los pájaros ladraban y la gente paseaba sin máscaras.

Las calles eran las mismas y volví pronto a casa. Abrí la puerta, en el suelo había agua. Hice un cuenco con mis manos y tomé algunos sorbos. Al levantar la cabeza, las paredes me hablaban. Decían incoherencias y por eso no me extrañé, estaba acostumbrado a mis pensamientos.

Nadando llegué a mi cama, me tumbé y las sábanas me acariciaban, mientras yo me enamoraba de mi almohada. La quise tanto que la tiré por la ventana. Al separarme de ella, las mantas gritaban y mis ojos se helaban.

Salí corriendo de allí hasta llegar de nuevo a la parada. Cogí el autobús, esta vez se movió levemente. Leí un cuento, fumé un cigarro de hierbas mágicas y bajé con cierto temor y curiosidad.

Acaricié el suelo, pisé muchas palabras, miré a la gente, a sus gafas, a sus máscaras...

 

Cuento III

Las luces de la ciudad copulaban en sus pupilas. Gritó en soledad y nadie le oyó. Siguió andando y al avanzar, las luces se escondían hasta que dejó de verlas. Entonces se quedó ciego en compañía de su imaginación. Se sentó y una voz que se llamaba igual que él, le vislumbró el camino a seguir para alcanzar la meta. Cruzó la carretera y ella le agarró con sus brazos. Le invitó a que esnifase una de sus rayas y después le preguntó si estaba seguro que el llegar a la meta era lo mejor...

Al despeclirse él se quedó pisándola el pecho. Miró al frente y abrió sus brazos para abrazar al caballo alado.

 

 

 

||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| gárgola vacas 1997