Javier Palacios

¿Filosofía en el sur?: Filosofía de la liberación

 

 

Parece increíble que en la década de los sesenta hubiese gente preguntándose si existe la posibilidad de una filosofía original desde el sur, desde Latinoamérica salió la pregunta (el mero hecho de preguntarse sobre ello, ¿no significa que están empezando a filosofar de manera propia y original? -porque por lo visto, los europeos estamos convencidos de que la filosofía es nuestra).

Para Salazar Bondy la América hispanoindia está en situación de dominación, dependencia y subdesarrollo, en todas sus manifestaciones. La tesis básica del filósofo peruano es la siguiente: "Sostengo que la filosofía, como producto de expresión de una cultura, cuando se trata de una filosofía que se hace dentro de un país que está en situación de dominación, es una filosofía que tiene los mismos caracteres, o sea, es una filosofía de la dominación" (1). No niega la veracidad de la filosofía asumida sino que está en juego "el ser que las asume" (2). El latinoamericano está cayendo en una especie de esquizofrenia, en la que no sabe si es europeo, indígena..., tiene una cultura que simula serlo todo y no sabe lo que es.

Así, debe concluirse, que para Salazar Bondy la filosofía importada de América Latina no hace otra cosa que encubrir la propia realidad: "Tenemos la pretensión de ser algo distinto de lo que somos (...) o sea, vivimos alienados respecto a la propia realidad que se ofrece como instancia defectiva, con carencias múltiples" (3). "Nuestra filosofía fue un pensamiento originalmente impuesto por el conquistador europeo de acuerdo con los intereses de la corona y la Iglesia españolas. Más adelante ha sido un pensamiento de clase dirigente o de elites oligárquicas refinadas y ha correspondido generalmente a olas de influencia económico-política extranjera. En todos estos casos operan el subdesarrollo y la dominación" (4).

Esta posición produjo la reacción que cabía esperar. Leopoldo Zea sostiene que el problema viene cuando una determinada respuesta o logos ante las preguntas fundamentales del hombre se presenta como única, imponiéndose al resto por medio de la colonización y el dominio, ya sea político, cultural, económico...

Cuando los filósofos latinoamericanos se plantean la posibilidad de una filosofía genuina, lo hacen desde el convencimiento de que se saben distintos. A esta diferenciación debería corresponder una determinada filosofía que fuera propia y original. Zea, aunque mantiene la posibilidad de una filosofía original del Sur, se da cuenta de que los latinoamericanos viven encandilados por los grandes sistemas filosóficos europeos; y observan que en su interior no existe ningún sistema filosófico comparable. Pero el tiempo de los grandes sistemas ha pasado.

Zea tiene un concepto distinto del de Salazar Bondy sobre la inautenticidad de la filosofía y es que para aquel la filosofía inauténtica es la de los países supradesarrollados que defienden supuestamente, valores de justicia y libertad, y sin embargo permiten y justifican que tres cuartas partes del mundo vivan en extrema pobreza.

Para el filósofo mejicano, en aquel instante (1969) se perfilaba una nueva actitud filosófica en Latinoamérica, que se preocupaba no sólo por la teoría, sino por la acción eficaz que sea capaz de mostrar las causas y las vías de la dominación. Este nuevo talante lo advierte en el pensamiento del martinicano Frantz Fanon que expresa "en forma destacada esta forma de conciencia en su filosofía, calificado como de liberación. Fanon, desde el ángulo de la dependencia africana se plantea el problema de la dependencia y de su necesaria correlación, el de la liberación de los pueblos bajo colonización. Planteamiento que transforma la vieja preocupación latinoamericana en una preocupación universal, por lo que se refiere a hombres y pueblos que han entrado en la historia bajo el signo de la dominación colonial'' (5). Aquí atribuye Zea el origen de la filosofía de la liberación a Fanon, pero en realidad nos está hablando de psicología social o sociología. Será Enrique Dussel el que destaque entre un grupo de pensadores más o menos jóvenes. Para éste es necesario superar el proceso de dominación en el que se está atrapado (Salazar Bondy); pero también recuerda que no se parte de cero, que hay que aceptar lo bueno de lo ya hecho (Zea). Para Dussel, el filósofo inauténico es el sofista, el imitador de lo europeo, el "pedagogo domesticador" de sus alumnos, que ha hecho que éstos acepten "la cultura del nordatlántico como la cultura universal y verdadera" (6). He aquí el programa que, desde la perspectiva de la construcción de la Filosofía de la Liberación latinoamericana, asume Dussel como paso previo a la oferta de un nuevo pensamiento: "Es necesario entonces y previamente, desarticular, destruir, desarmar dicho lenguaje y lógica para que por la brecha abierta en la fortaleza de la sofística pueda accederse a la realidad. Por ello partimos de los filósofos, de los más importantes, de los europeos, y desde ellos mismos nos abrimos camino destructivamente para vislumbrar nuevas categorías interpretativas que nos permitan decir la realidad cotidiana latinoamericana. No se trata de un discurso sobre la liberación, sino antes, de la liberación misma del lenguaje y la lógica filosófica de una totalización que le impide llegar a la realidad" (7). Conviene señalar que esa realidad de la que habla Dussel no es Latinoamérica como concepción abstracta, sino que es la persona del otro, la presencia sufriente y oprimida por el peso del logos del extraño.

¿Es posible entonces una filosofía en un contexto socio-cultural de dominación?, es decir, ¿es posible una filosofía de la liberación de la dominación? La respuesta tiene que ser necesariamente afirmativa; y no sólo posible sino que debe ser casi obligatorio; pero siempre en condición de que esa reflexión no esté anticuada del proceso práxico de liberalizar una ética, y ésta, socialmente debe resolverse en el plano de la acción política y social. Es más, no sólo es una filosofía posible, sino que tiene un desarrollo, durante cuarto de siglo al menos, que confirma su originalidad y frescura dentro del panorama filosófico europeo que parece demasiado contagiado por el "vive deprisa, muere pronto y deja un cadáver bonito". La filosofía latinoamericana es necesaria, pero ha de ser, en medio de la miseria de sus habitantes, una Filosofía de la Liberación. La historia parece demostrar que allí donde surgieron los grandes problemas surgieron los grandes sistemas (la tesis contraria a la sostenida por Salazar Bondy). El filósofo latinoamericano debe pensar sobre su propia realidad con el fin de superar el estado de humillación que sufre América Latina. La filosofía no es para la filosofa de la Liberación un pasatiempo intelectual, una demostración de habilidades retóricas sobre vanas e.speculaciones de un pensador que vive encerrado en su torre de marfil. El filósofo aquí, ni siquiera es un hombre que piense porque ama la sabiduría; el filósofo de la liberación ama al hombre sufriente, a los pueblos explotados y enajenados de sus derechos, y piensa el porqué de su condena, así como la estrategia para superar esta injusticia, pues lleva en su interior la intención del cambio. Le inquietan las conciencias hasta desembocar en la praxis justa que libera a la persona oprimida. Es clave, por tanto, que nos centremos en torno a lo básico, la propia existencia amenazada continuamente y que, hablando de algo tan esencial, no queramos quedarnos en bonitos bienintencionados constructos teóricos.

Hay una serie de acontecimientos que parecen marcar el principio de esta filosofía. En 1970 se celebra el II Congreso Nacional de Filosofía en Argentina, en 1973 la revista Nuevo Mundo (Buenos Aires); abogando, ambos, a una ruptura con la filosofía occidental; además hay que tener en cuenta la incidencia que tuvo en todo el continente la revolución cubana y el hundimiento, más tarde, de la Alianza para el Progreso, lo que demostró la inutilidad de la Teoría del Desarrollo que propugnaba un etapismo absurdo, que venía a decir que el momento actual de Latinoamérica es la primera etapa de un desarollo "natural" posterior. Esta teoría económia del desarrollo cambió a la teoría de la dependencia (A. Gunder Frank, Th. Dos Santos, F. Cardoso etc.). Además, con ella cambió el paradigma epistemológico en la interpretación de la realidad latinoamericana, sustituye el binomio "desarrollo-subdesarrollo" por el de "dependencia-liberación". En 1968 se celebró la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en la ciudad colombiana de Medellín, en cuyos documentos insiste en la necesidad de la liberación de las masas populares. En 1971 el teólogo peruano G. Gutiérrez publica un libro titulado Teología de la liberación. Perspectivas, convirtiéndose en la principal obra de referencia de este fecundo movimiento teológico interconfesional.

Ya desde 1971 se reunían en San Miguel (Buenos Aires) un grupo de profesores de filosofía que intentaban crear una filosofía latinoamericana. Ese mismo año estudiaron acerca del método de una filosofía existencial idónea para realizar una hermenéutica de la realidad latinoamericana. En 1973 se puede comenzar a elaborar propuestas concretas y creativas en torno a la construcción de una filosofía de la liberación. En primer lugar se constató que era preciso emprender la destrucción de la historia de la filosofía en América Latina, así como los planteamientos que había para filosofar. En segundo lugar se reflexionó acerca de la vinculación necesaria del pensamiento con las opciones políticas, haciendo hincapié en lo alternativo del filosofar latinoamericano. Así se consiguieron una serie de consecuencas básicas. La que funda el grupo: "querer hacer filosofía latinoamericana, que sea auténticamente filosofía y por ello de valor universal, y sin embargo genuinamente latinoamericana, es decir, históricamente situada en nuestro aquí y ahora". Además comparten el convencimiento de que para conseguirlo es necesaria una "ruptura con el sistema de dependencia y con su filosofía". Y he aquí que "liberación" es la antítesis positiva de "dependencia"; por eso una filosofía que sea de liberación debe situarse contra tal dependencia (es cuestión de coherencia, la cual es débil cuando especulamos y fuerte si hablamos del propio convencimiento y, sobre todo, desde una implicación vital en la corespondencia entre lo que decimos y hacemos). Además , el filósofo debe ser intérprete de la filosofía "implícita del pueblo latinoamericano, interpretándola críticamente". Finalmente sostienen que "es en el pobre y oprimido (...) en donde se manifiesta lo nuevo de la filosofía, que el filósofo ha depensar y decir" sabiendo que los pobres no tienen quien les escriba ni alce la voz por ellos, filosóficamente. Es cuestión de responsabilidad con los conocimientos adquiridos por el filósofo. Este libro "fundacional" concluye con un textotitulado: "A modo de manifiesto" redactado por Dussel -que sintetiza el nuevo camino que se comenzaba y señalaba lo original de la Filosofía de la Liberación; pero no toma su punto de partida en un "realismo ingenuo" que piensa que podemos conocer las cosas tal y como son en sí mismas; tampoco del idealismo que sostiene que las cosas son reales en mí y que no son sino de los subjetivos.

Hay, por tanto, filosofía en el sur, una filosofía original, y es que a muchos les va la vida en ello.


[La principal fuente usada en este artículo ha sido el autor Mariano Moreno Villa y su libro Cuando ganar es perder, cap. "La filosofia, entre la opresión y la liberación"]




NOTAS

(1) A. Salazar Bondy: "Filosofía de la dominación y filosofía de la liberación''. VV. AA., América latina: Filosofía y liberación. Bonum. Buenos Aires. 1974. Pág. 6-7.
(2) A. Salazar Bondy: ¿Existe una filosofía de nuestra América? Pág. 82.
(3) Ibid. Pág. 83
(4) Ibid. Pág. 87
(5) L. Zea: "La filosofia actual en América Latina". En VV.AA. La filosofia actual en América. Grijalbo. México. 1976. Pág. 209
(6) E. Dussel: Para una ética de la liberación latinoamericana. Siglo XXI. Buenos Aires. 1973 T. l. Pág. 11.

(7) Ibid. Pág. 14.

 

 

 

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