Gustavo González Argüello

Cinismo: una actitud alternativa para el siglo XXI

 

 

«La esencia del cinismo es la oposición a la cultura convencional»

 

En este fin de milenio, dentro de una sociedad carcomida por el liberalismo, las leyes del mercado, el consumismo, y la colonización de la pseudocultura americana. En una sociedad en donde la frase de G. Benn «ser tonto y tener trabajo es la felicidad» es cada día un hecho más real. En un momento histórico desnutrido de ideales y de actitudes, un mundo desvalido en donde es la economía, y no las personas y sus circunstancias, el motor de las discusiones y los intereses a nivel mundial.

El fin de este artículo, por tanto, no es la explicación de las doctrinas, del origen, o evolución histórica del cinismo desde la antigüedad hasta nuestros días; más bien su pretensión es la de ofrecer un cierto punto de vista sobre esta actitud moral y algunos de sus rasgos, y mostrar como tal vez las ideas originales del cinismo griego pueden servir de ejemplo de una postura o de un posicionamiento real frente a la sociedad actual. Para todos aquellos que intentan o desean intentar la lucha frente a las desigualdades, pero que no se quieren involucrar en ningún movimiento ideológico o simplemente se sienten fuera de cualquier alternativa política o movimiento social, tal vez encuentren en esta actitud (que no movimiento o escuela) una manera vital de enfrentarse y de posicionarse en el mundo actual.

Antes de nada puede ser conveniente aclarar algunos puntos de vista acerca del cinismo, cierto que no soy el más indicado y que para ello hay expertos en el tema, pero es muy común tener una idea muy sesgada o equivocada de lo que representa el cinismo1. La mayoría de las personas al evocar la palabra cinismo en su acepción más académica recuerdan toda una serie de anécdotas jocosas acerca de ciertos personajes, que por lo general quedan ridiculizados y nos evocan la idea del filósofo loco y divertido. Pero esta imprecisión a la que generalmente tiende nuestro sistema educativo es perniciosa, ya que oculta muchos de los logros de esta doctrina.

El cinismo antiguo, el cinismo de Antístenes, Diógenes, Crates y otros tantos famosos cínicos es ante todo más una actitud vital ejemplificada que una escuela o sistema. Es particularmente interesante para todo aquel que quiera conocer algo de estos personajes leer el libro Vidas de los Filósofos, de Diógenes Laercio, en especial —como es de suponer— la parte dedicada a los cínicos; su frescura y las innumerables anécdotas hacen de esta parte una verdadera delicia. Es en definitiva toda una antología del más puro humor filosófico griego. Un humor sarcástico y de una feroz ironía.

El cinismo es ante todo un modo de hacer frente a la vida, una sabiduría práctica basada en una forma de pensar crítica, subversiva y totalmente revulsiva, frente a los sistemas sociales vigentes y las convenciones que vayan en contra de una cierta idea de la vida en libertad y en naturaleza. Aunque hay que tener en cuenta que el cinismo como otras escuelas de la misma época es una reacción profunda y seria frente a la crisis del siglo IV a. C, sus presupuestos vitales pueden ser en muchos casos de amplia vigencia actual.

El cinismo es un movimiento que trata de escandalizar, suele ser un movimiento que trata con su comportamiento de hacer ver a los demás que lo que creen normas inamovibles y racionales no lo son, que no son más que convenciones sociales, muchas veces producto de la más rancia tradición acumulada a través de los años, o producto de un consenso mayoritario que oprime a las minorías, modas, intereses económicos, etc. Que estas normas se pueden cambiar, modificar, que hay que atreverse a romper los tabúes ya que el ridículo y la impopularidad con la que te pueden recompensar no son sanciones terribles y malditas, de modo que la sinceridad (de acción y pensamiento) quede como un bien y una virtud. Esto trasladado al mundo mediático actual, al circo de imágenes que asoma a las pantallas día a día, tanto en la política como en la sociedad, significa un enorme reto, ya que una acción desenfadada y sincera nuestra puede ser convertida en un show televisivo en pocos instantes, logrando el efecto contrario, divertir e hipnotizar a la audiencia que sigue creyendo ver otro espectáculo y otro guiño de complicidad de la caja tonta. De hecho el intento actual de escandalizar puede ser literalmente imposible, ya que el imperio mediático o te absorbe como una mera anécdota dentro de los programas telebasura, o te margina como a los grupúsculos de ideología antisistema que o son vistos como un grupo de seres asociales o como pseudodelincuetes o insolidarios (insumisos, anarquistas, hippies, etc). En general el adoptar una actitud diferente hace que la sociedad te catalogue lo más rápido posible como otra tribu urbana o grupo de la contracultura o en cualquier casilla que se le ocurra.

Otra de las características del sabio cínico es el desprecio sobre el placer y sobre el lujo y la ostentación. De este desprecio obtendrá una exquisita recompensa, la libertad sin barreras. Esta libertad se traduce en una independencia sin trabas aparentes, cuya obediencia sólo se sustenta en la obediencia a lo natural, menospreciando las convenciones sociales y legales. Una libertad en donde el individuo cínico no reconoce más normas que las de la naturaleza universal. En palabras de Diógenes «sólo hay un gobierno justo: el del universo». Esta es una de las características cínicas más importantes a tener en cuenta en nuestra propuesta del cinismo como una actitud vital del siglo XXI. Es la libertad cínica traducida en una obediencia de lo natural lo que debe interesarnos. En nuestra actitud reconvertiremos esto en una especie de máxima universalizable kantiana, recordemos por tanto la famosa máxima de Kant «obra sólo según aquella máxima que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal». Ello nos puede hacer ver ciertas coincidencias, salvando las enormes distancias tanto conceptuales como de sentido que tienen ambas concepciones éticas y prácticas, ya que el cinismo es ante todo una actitud y una sabiduría práctica que se fundamenta en la actuación diaria siguiendo sus escasas doctrinas teóricas.

El ascetismo cínico no implica una renuncia total y radical de los placeres, sólo la renuncia a ellos cuando estos van acompañados de una contraprestación. O sea, cuando para conseguir estos tiene que vender el hombre su libertad e independencia esperando obtener así ciertas ilusiones o vagos placeres. Pero si estos se ofrecen gratis (por ejemplo, una fiesta) si que aceptan. Esto puede ser toda una lección dentro de nuestro consumismo feroz.

Por ejemplo la mendicidad que practicaba Diógenes para subsistir no tenía mala intención, ni era por vagancia, pues él sobreentendía que todo era de todos y que algunos se habían llevado lo de los demás, por lo que tenían más bienes de la cuenta y por tanto algunos de estos serian parte suya.

La búsqueda de la felicidad para el cínico es la investigación, la educación del alma en la virtud La verdadera sabiduría es práctica, y por tanto, es aquella que tiene la facultad de lograr gobernarse a uno mismo e independizarse de la alienación a la que nos vemos sometidos debido a las opiniones (de todo tipo, mediáticas en la actualidad) y las leyes, para pasar a servirse de la parresia, de la libertad de palabra, de la desvergüenza frente a las convenciones opresivas. Es un retorno a lo natural y espontaneo, fuera de obligaciones cívicas que atan al individuo sin ofrecerle nada a cambio interiormente. El ideal cínico es el ideal de la oposición de las leyes de la naturaleza (physis) frente a las leyes de la convención (nomos). Así, el valor del esfuerzo a través del ascetismo de la vida cínica, con la idílica estampa del cínico con su manto tosco y raído (tribón), el morral para sus pocas pertenencias y el bastón, se ve recompensado con una libertad y una independencia totales. Así, el rechazo del lujo del que hacen gala los cínicos, lujo que se compra a base de sumisión en todas las facetas de la vida, es recompensada con un bien mayor, la sabiduría práctica y la virtud. Sabiduría que para ser tal tiene que ser siempre renovada a través de la acción y de los hechos, no sólo a través de un soporte teórico, sino a través de la acción. Esto conlleva consigo una ataraxia frente al azar. Mientras que los beneficios de la civilización son volubles y pueden desaparecer por cualquier catástrofe, o hecho fortuito, el cínico sólo tiene algo seguro, que la suerte y la fortuna nunca acabaran con él, ni le mantendrán en vilo. Su vida es en parte de una seguridad casi total, ya que ningún día se preocupa si sus acciones bajan o suben, si su cosecha fructifica o empobrece. Se puede decir que la fortuna personal no sufrirá, y ello es un motivo de libertad frente a la sociedad y la naturaleza.

¿Por tanto, por que puede ser el cinismo una actitud para encarar el siglo XXI? El cinismo que se propone es un cinismo reconvertido a las actuales circunstancias. No es por lo tanto el cinismo antiguo, sino una modificación de éste, unas propuestas basadas en el ejemplo de los antiguos maestros, una inspiración basada en éste.

Así, nuestras propuestas podrían ser básicamente enunciadas así:

Todo esto por muy vaporoso que pueda parecer puede significar un cambio enorme en la sociedad y en las relaciones y valores que esta presupone. Esto, claro esta, es un cambio lento pero, con esperanza, definitivo.

Se puede acusar a esté ideal de una actitud cínica como modo de enfrentarse a la realidad actual de inmovilista y pasivo, ya que en esencia no resuelve ni transforma nada, pero quizás haya que tomárselo más como un paso previo hacia una liberación posterior, que como una pauta de vida final y total. Quizás para ciertos sectores de la sociedad la utilización de un arma tan poderosa como es la palabra pueda ser una incitación para un posterior compromiso en la lucha armada. Y las actitudes que con esta proponemos tal vez solo logren ser como petardos ante las convenciones ya adoptadas, pero es mejor un petardo en la oscuridad que ilumine algo que la inútil intuición para guiar nuestro camino.

 

 

Nota:

1 Para la realización de este articulo se ha consultado el libro: GARCÍA GUAL, Carlos, La secta del perro. Diógenes Laercio: Vidas de los filósofos cínicos, Alianza Ed., 1987, Madrid.

 

 

 

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