Jerónimo Villar

El pesimismo de Schopenhauer

 

 

El dolor es positivo y la felicidad negativa: He aquí expresado en lo que consiste el pesimismo de Schopenhauer. Este pesimismo es resultado de la respuesta que da a la cuestión que la filosofía idealista, según él, había dejado pendiente: La voluntad es la sustancia de todo cuanto existe. En efecto, en su teoría del conocimiento Locke había expuesto que lo que conocemos nos lo hacen conocer los sentidos pero, a pesar de su empirismo, Locke se ve obligado a conceder que más allá de lo que los sentidos perciben hay un algo sobre lo que nada podemos decir, pero que se puede asegurar que existe. A este algo imperceptible Kant va a llamarlo la cosa en sí. Lo que sea esto en sí no lo podemos percibir, sólo intuir que existe. Schopenhauer entra ahora en acción y sostiene que la cosa en sí es la voluntad de vivir. Nos advierte que su descubrimiento es el paso decisivo que había que dar. Esta voluntad de vivir, sustancia del mundo, se objetiviza en cada ser que lo puebla. Es una objetivización que tiene diversos grados de evolución, alcanzando en el hombre el más elevado. Es un impulso ciego e irracional de querer vivir, un deseo perpetuo de querer más y más, siempre sin percibir un límite ni marcarse un fin. Cada ser en que la voluntad de vivir se objetiviza, desde su correspondiente grado de evolución, expresa esta voluntad y, al hacerlo, inexorablemente se hace víctima del dolor y desasosiego. Los optimistas evidentemente no, pero cualquier ser reflexivo encontrará que pretender refutar a Schopenhauer contemplando objetivamente el mundo, la vida, es una tarea complicada. En apoyo de nuestro filósofo podríamos traer esta frase de un sabio: «Si fuera a contar los minutos que he sido feliz, no superarían un día.» A lo que se podría añadir que esa felicidad trae dolor ya que cuando se es feliz se siente el dolor de ver que es necesario mantener ese lugar estado. La vida, pues, enseña Schopenhauer, es dolor. Sin embargo este pesimismo no es condenarse a la derrota. Nuestro lúcido pesimista va a proponer una solución. Solución que se expresa en la necesidad de anular en nosotros la voluntad de vivir, pero que se va a alcanzar desde la consideración de la cabecera del artículo. Es decir, el dolor es algo positivo, algo cuya presencia percibimos y soportamos; y la felicidad va a consistir en la ausencia de la presencia del dolor. Podríamos entender la ausencia del dolor como la experimentación en nosotros de haber anulado la necesidad de querer más. En el fondo Schopenhauer quiere enseñarnos lo que se contiene en el pasaje evangélico en el que Cristo dice a la mujer que va a por agua a la fuente que si ella bebe del agua que él le ofrece ya no volverá a sentir más sed. Los optimistas y los detractores de Schopenhauer en general, para refutar a nuestro filósofo, le acusan de ser un hombre amargado. Se puede decir lo que se quiera contra Schopenhauer, pero su pesimismo consiste en colmar esa sed irracional y con ello proporcionarse el sosiego interior. De lo que ciertamente se le puede acusar es de conservador. En efecto, la consideración de la felicidad como algo negativo es un movimiento defensivo. Se trata de refugiarse, pertrecharse ante los innumerables males de la vida, pero este conservadurismo es lo que queda como única alternativa de felicidad. Pretender la felicidad positiva es abocarse a una dependencia dolorosa de los avatares y circunstancias externas, es decir, es condenarse a beber eternamente el agua de la fuente a por la que iba la mujer del evangelio.

Entendido este lúcido pesimismo lo que hay que analizar no es si es equivocada la concepción en él de la felicidad, sino si se es capaz de atreverse a abandonar la concepción optimista en la que se considera que se puede alcanzar, a pesar de todas las dependencias del azar, la felicidad positiva. Contra esta vana ilusión podríamos oponer esta observación de la vida que hace Schopenhauer: «Semejantes a los carneros que triscan en la pradera mientras el matarife hace su elección con la mirada en medio del rebaño, no sabemos en nuestros días felices qué desastre nos prepara el destino precisamente en aquella hora, la enfermedad, persecución, ruina, mutilación, ceguera, locura, etc.» Observación ésta que sólo es el desarrollo del pesimismo que radica en la filosofía de nuestro pensador y que, por consiguiente, sólo debemos verla como un argumento de apoyo contra la concepción positiva de la realidad.

Los detractores de Schopenhauer para buscar una contradicción en su filosofía han querido encontrar pasajes en su obra en los que se irradia optimismo. En efecto, nuestro filósofo fue un optimista en el sentido de que creía firmemente que era posible el sosiego interior. De hecho El arte del buen vivir lo comienza advirtiendo que la alegría es imprescindible y, a lo largo de este libro, va a dar las directrices para alcanzarla. Las podríamos resumir en estas consideraciones. «Ni la existencia misma ni con mayor razón sus bienes, merecen, en definitiva, ningún cobarde terror, ni tantas angustias.» Como vemos Schopenhauer no era un amargado, ni ningún derrotista. Sí es verdad que arrojaba la toalla a la hora de esperar algo de la vida. La alegría en su filosofía radica en el resultado del esfuerzo para alcanzar lo que depende de nosotros. Una cara de este resultado es la felicidad como ausencia de dolor, la otra cara el ver que nada, ningún bien que nos pueda ofrecer la felicidad positiva, vale ni una sola lágrima, y el que la derrama por no alcanzarlo ciertamente concede a la vida honores que no merece.

Hay dos tipos de filósofos. En un bando están los que filosofan para servir a una ideología o creencia religiosa. En este grupo se incluyen los optimistas, que filosofan para servir a su vana ilusión de una felicidad consistente en alcanzar lo que no depende de nosotros. Por el otro lado están los filósofos que como Schopenhauer son independientes y someten a esa supuesta felicidad positiva a un examen, del que vemos cómo sale en nuestro autor. Pero sólo por citar a otro de estos filósofos independientes que sólo sirven a los intereses de una vida sin dolor, más que a una vida con felicidad, pensemos en Epicuro, el mal considerado hedonista. Para este supuesto hedonista la felicidad en el fondo era como en Schopenhauer, ausencia de dolor. Epicuro, en efecto, propugnaba el placer, pero sólo el placer que podemos prever que no causará dolor posterior. Esta condición le llevará a una vida de auténtico asceta. Y se podría citar a otros filósofos independientes, es decir, objetivos, movidos sólo por una filosofía libre, autónoma. Filósofos, en fin, que hacen ver el mérito de la filosofía de Schopenhauer.

 

 

 

||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| gárgola vacas 1998