TATARKIEWICZ, Wladyslaw, Historia de seis ideas. Arte, belleza, forma, creatividad, mímesis, experiencia estética, presentaciuón de Bohdan Dziemidok, traducción de Francisco Rodríguez Martín, Madrid, Tecnos-Alianza, 2002, 7ª ed., 422 pp., 23 x 15,3 cm., ISBN 84-309-3911-3.

 

Esta obra aparece originalmente en 1976. En muchos aspectois es obvio que ha sido superada, aunque sigue siendo, sin duda, un clásico. Pero la habilidad especial de Tatarkiewicz, de más está decirlo, es su capacidad para rastrear los orígenes de las “modernas” consideraciones de esas seis ideas que constituyen  el cuerpo del libro, en la antigüedad griega y en el mundo medieval, lo cual no es sólo una muestra de erudición, demostrada más que de sobra en su Historia de la Estética, sino casi diría, de mostrar que las “modernas” explicaciones de cada una de esas seis ideas estaban, siquiera formaliter, como dirían los escolásticos, contenidas en las manifestaciones de tiempos anteriores y, en ocasiones, oscurecidos, como es el caso del medievo.  Así, esta obra completa la Historia de la Estética ofreciendo una perspectiva categorial. (aunque suele deternerse en el siglo XVIII, como la Historia). Muchos nombres

Cap, 1Concepto de arte, cómo se ah ido gestando y las polémicas que hasta su tiempo ha ahbido y de manera interesante, los distintos intentos de definir el arte hasta su momento, de modo muy sintético y la idea de que la definición tiene que ser abierta. Y emprende su intento de definición que une caracteres miméticos, formalistas y expresivistas, teniendo presente la problemática del fin del arte. En el capítulo 2 estudia la clasificación de las artes desde la antigüedad hasta su época.  Ciertamente, como sucede en su monumental “Historia de la estética” hay algunas imprecisiones en la atribución de definiciones. El tercer capítulo estuai la relación del arte con la poesía, a saber, cómo estas dos instancias se mantuvieron distantes y separadas durante siglos, y los diversos movimientos de aproximación entre ambas categorías. Ciertamente en este capítulo hay una afirmación errónea: “durante la Edad Media se había producido belleza sin hacer nungún tipo de diseratación sel tema”. Puede que T. quiera decir que no había relación directa entre arte y belleza, pero en el medievo se disertó acerca de la belleza quizá como en ninguna otra época, sobre todo a partir de su consideración como uno de los trascendentales, si bien esta tesis no es compartida por todos los medievales. Pero las citas al respecto serían casi infinitas.El capítulo 4 estudia la evolución del cocnepto de belleza y el 5 la misma como  categoría (centrándose en la dicotom´çia clásico-romántico). El 6 se centra en el problema del carácter subjetivo u objetivo de la estética, el 7 en el concepto de forma, que estudia en detalle, y el 8 en el de creatividad. El 9 y el 10 se centran en el de mímesis, un par de capítulos que, pese a haber sido escritos hace tiempoo, conservan su vigencia (la vinculación entre arte y naturaleza, entre arte y conocimiento), aun cuando sus interpretaciones han sido bastante matizadas y enriquecidas por autores como Halliwell

 

11. La experiencia estética: estudia el mundo antiguo y medieval, el ilustrado, el decimonónico y llega hasta algunos de los desarrollos más relevantes en la filosofía continental del XX, como es el caso, entre otros, de Ingarden.

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En cualquier caso, una obra de consulta que aún mantiene su vigencia, a pesar de sus 30 años de vida, aunque ha de ser complementada y eventualmente corregida, con otros estudios actuales.