La palabra hace libre al hombre.
El que no puede expresarse, es un esclavo. Por ello son mudos la pasión
desmedida, la alegría excesiva, el dolor incontrolado. Hablar es
un acto de libertad, la palabra misma es libertad.
Ludwig FEUERBACH
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Desarrollo
programa BIBLIOGRAFÍA
PEQUEÑAS CUESTIONES
SURGIDAS EN CLASE
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CUARTA SEMANA (27
oct.) La poesía barroca: literatura e ideología TEMA IV: Géneros poéticos. 4.1. Romances y canciones tradicionales. 4.2. Fábulas mitológicas y burlescas. 4.3. Subgéneros líricos. 4.4. La sátira. 4.5. La poesía religiosa.
Recuerda que, en principio, basta con la ampliación del tema
a partir de uno de los manuales recomendados (Pedraza, Rico). No obstante,
si lo deseas, puedes acudir a las monografías que se citan
a continuación. AA. VV., La silva. I. La oda II. La elegía, III. (ed. B. LOPEZ BUENO), Universidad de Sevilla-Universidad de Córdoba, 1991-96. ALIN,
J. M., El cancionero español de tipo
tradicional, Madrid, Taurus, 1968. CARREÑO,
A., El romancero lírico de Lope de Vega,
Madrid, Gredos, 1979. CEBRIAN,
J., Fábulas mitológicas y épica
burlesca, Madrid, Editora Nacional, 1984. COSSIO,
J. M., Fábulas mitológicas en España, Madrid, Espasa Calpe, 1952. NAVARO
KELLY, Emilia, La poesía metafísica de Quevedo, Madrid, Castalia, 1973.
BALTASAR
GRACIÁN, Agudeza y arte de ingenio
(ed. de G. CORREA CALDERON), Madrid, Castalia, 1969 (2 vols.) 1.
Vi
con pródiga vena, de parlero cristal un arroyuelo, jugando con la arena, y enamorado de su risa el Cielo; Y a la margen amena, una vez murmurando, otra corriendo, estaba entretenido; Espejo guarnecido de esmeralda, me pareció al miralle, el prado su guirnalda; mas abrióse en el valle una envidiosa cueva, de repente; enmudeció el arroyo, creció la oscuridad del fatal hoyo, y sepultó recién nacida fuente, cuya corriente breve restauraron, ojos que de piadosos la lloraron. (Canción de
Francisco de Quevedo a la muerte de don Luis Carrillo) 2.
Ninguna
cosa, Zulema, De cuantas miro me agrada; Hasta esta sierra nevada Es un volcán que me quema. Esta agua de Genil No pueden darme templanza, Con haber llegado abril. ¿Qué se me da a mi que cante el ave en estas acequias, si son funestas exequias de la vida de un amante? (Lope de Vega) 3.
Tórtola
solitaria, que llorando tu bien pasado y tu dolor presente, ensordeces la selva con gemidos; cuyo ánimo doliente, se mitiga penando, bienes asegurados y perdidos, si inclinas los oídos a las piadosas y dolientes quejas de un espíritu amargo (breve consuelo de un dolor tan largo) con quien amarga soledad me aquejas, yo con tu compañía y acaso a ti te aliviará la mía. (Francisco de la
Torre) 4.
Éste
que con la fortuna más subida no cupo en sí, ni cupo en él la suerte, viviendo pareció digno de muerte; muriendo pareció digno de vida. ¡Oh, providencia no comprendida! ¡Auxilio superior, aviso fuerte! El humo en que el aplauso se convierte, ¡hace la afrenta más esclarecida! Purificó el cuchillo los perfectos Medios que religión celante ordena, Para scender a la mayor victoria. Y trocando las causas sus efectos, Si glorias le conducen a la pena, Penas le restituyen a la gloria. (Duque de
Villamediana) 5.
A
más de las de sus soles, tiene Anarda dos beldades, que son: la razón que dice, y la sinrazón que hace. (antonio de Mendoza). 6.
Mi trabajoso día, Hacia
la tarde un poco declinaba; Y
libre ya del grave mal pasado, Las
fuerzas recogía, Cuando
sin entender quién me llamaba, A
la entrada me hallé de un verde prado, De
flores mil sembrado, Obra
en que se mostró naturaleza. El
suave olor, la no vista belleza, Me
convidó a poner allí mi asiento; ¡Ay,
triste!, que, al momento, La
flor quedó marchita, Y mi gozo trocó en pena infinita. De
labor peregrina, Una
casa real vi, que labrada Ninguna
fue jamás por sabio moro; El
muro, plata fina; De
perlas y rubíes era la entrada; La
torre de marfil, el techo de oro; Riquísimo
tesoro Por
las claras ventanas descubría, Y
dentro una dulcísima armonía Sonaba,
que me puso la esperanza, De
eterna bienandanza; Entré,
que no debiera, Hallé por Paraíso cárcel fiera. Cercada
de frescura, Más
clara que el cristal, hallé una fuente, En
un lugar secreto y deleitoso; De
entre una peña dura Nacía,
y murmurando dulcemente Con
su correr hacia el campo hermoso, Y
todo deseoso, Lancéme
por beber, ¡ay, triste y ciego! Bebí por agua fresca ardiente fuego, Y
por mayor dolor, el cristalino Curso
mudó el camino, Que
causa, que muriendo, Ahora
viva en sed, y pena ardiendo, etc. (Fray Luis de León, Canción real al
desengaño). 7.
Ojos claros, que en un tiempo Competíais
con el sol, Cuando
eclipsados, me dais Mayor
luz y resplandor. (San Francisco de Borja al cadáver de la Emperatriz.) 8.
¡Con qué ligeros pasos vas corriendo! ¡Oh
cómo te me ausentas, tiempo vano! ¡Ay,
de mi bien, y de mi ser, tirano, ¡Cómo
tu altivo brazo voy siguiendo! Detenerte
pensé, pasaste huyendo, Seguíte,
y ausentástete liviano, Gastéte
a ti en buscarte, ¡oh, inhumano! Mientras
más te busqué, te fuí perdiendo. Ya
conozco tu furia, ya humillado, De
tu guadaña pueblo los despojos; ¡Oh,
amargo desengaño no admitido! Ciego
viví, y al fin, desengañado, Hecho
Argos de mi mal, con tristes ojos, Huir
te veo, y véote perdido (Luis Carrillo, Al tiempo). 9.
¡Oh, engaño de los hombres, vida breve! Loca
ambición al aire vago asida, pues
el que más se acerca a la partida más
confiado de quedar se atreve. ¡Oh,
flor al yelo! ¡Oh, rama al
viento leve! Lejos
del tronco, si en llamarte vida Tú
misma estás diciendo, que eres ida, ¿Qué
vanidad tu pensamiento mueve? Dos
partes tu mortal sujeto encierra: Una,
que te derriba al bajo suelo, Y
otra, que de la tierra te destierra. Tú
juzga de las dos el mejor celo: Si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra, El alma quiere ser Cielo en el Cielo (Lope de Vega). 10. Por
eso al hijo de Venus Le pintan desnudo y niño, Porque los niños no saben Pedir sino con gemidos. 11. ¿Pero
qué fue nacer en tanto estrecho? Donde para mostrar en nuestros bienes, Adónde bajas, y de dónde vienes, No quiere un portalillo
tener techo (Luis de Góngora). 12. Suspenso
está Absalón entre las ramas, Que entretejen sus hojas y cabellos; Que los que tiene la soberbia en ellos Jamás expiran en bordadas camas. Cubre de nieve las hermosas llamas Al eclipsar de aquellos ojos bellos, Que así quebrantan los altivos cuellos, Las ambiciones de mejores famas: ¿Qué es de la tierra, que usurpar quisiste? Pues apenas la tocas de liviano, Bello Absalón, famoso ejemplo al suelo, Esperanza,
ambición, cabellos diste Al
viento, al Cielo, a la ocasión, tan vano, Que
te quedaste entre la tierra y Cielo. (lope de Vega) 13.
Los dos Pompeyos del mayor romano Hijos,
a Europa y Asia dividieron Sus
cenizas, y allí donde se vieron Triunfar,
cedieron a enemiga mano. Las
arenas que baña el africano Nilo,
sepulcro al gran Pompeyo fueron, Si
es que al cielo los dioses no subieron, Del
divino valor asombro humano. Las
tres partes del mundo sujetadas Por
su valor, por su saber profundo, Por
túmulo la Parca les destina. Prodigio
grande, ¡oh, suertes desdichadas!, Porque menor lugar que todo un mundo Capaz no fuera de tan gran ruina. (Salinas). 14.
Como hasta el Cielo presuma Llegar
de un salto veloz, Prueba
Teresa descalza, Si
puede saltar mejor. Desnuda
a Dios le dedica Alma,
vida y corazón, Que
como de amor se abrasa, Le
da el vestido calor. Como
por Dios pompas deja, Viste
galas de esplendor, Que al que por Dios se desnuda De gloria le viste Dios.(
Anastasio Pantaleón). 15.
Si de Grecia sacaba el ostracismo Los
buenos, por insignemente buenos, Contigo,
por tan pérfido, a lo menos, ¿No
hicieran sus repúblicas lo mismo? La
de Corinto echárate del Ismo (Con
ser viciosa) a límites ajenos Y
aun relegado en uno de los senos Más
sordos y profundos del abismo. ¿Y
andas entre nosotros con ofensa De
la virtud? Mas no me desconsuelo De
que dilate un rayo la venganza; Que cuando en los castigos
tarda el Cielo, Justamente irritado, su
tardanza, Después en el furor la
recompensa. (Bartolomé Leonardo de Argensola). 16. Para coronar
poetas, Escogió sus ramas Febo, Que de árbol que no da fruto Se coronan los ingenios. (Alonso
de Salas Barbadillo). 17.
Pena, que a dormir se atreve, Qué
mucho se esté infamando; Y
quien dormir puede, amando, ¡Qué
poco el alma le debe! ¿Duerme? Sin duda querido Está; que de un desdeñado, Se
hace ruego un desvelado, Y
de un amado un dormido. (Antonio de Mendoza) 18. Antonio,
sí los peces sumergidos En el centro del mar, para escucharos Sacan las frentes a los aires claros, Y
a vuestra viva voz prestan oídos; Los que vivieren de razón vestidos, Y más quien por la patria debe amaros, A la armonía desos hechos raros, ¿Qué
mucho que suspendan los sentidos? Ya con el Niño Dios, Josef segundo Parecéis en los brazos, y él se ofrece En
figura de amor. ¡Qué amor profundo! Tanto
se humilla y tanto os engrandece, Que
porque parezcáis tan grande al mundo,
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