RODRÍGUEZ-MOÑINO, ANTONIO, POESÍA Y CANCIONEROS (SIGLO XVI), MADRID,  1968. [LE 4418]

 

[Esto no es un resumen, sino unos breves apuntes que me parecieron interesantes para no olvidar cuáles eran las circunstancias generales de la transmisión de los textos poéticos].

 

Cuatro son los caminos por los cuales llegan al estudioso los materiales que necesita: los volúmenes impresos con obra individual (muy escasos), los textos manuscritos, los pliegos sueltos poéticos y las antologías o cancioneros colectivos.

 

Obras impresas: Ningún contemporáneo pudo leer, reunidas en conjunto y dadas a conocer por la imprenta, las de los escritores de primera categoría. Frecuentemente sus obras se imprimen póstumamente, a veces dos o tres siglos después de su muerte. Hay casos en los cuales los poetas publican sus propias obras, revisando el original, perfilando estrofas, agrupando racionalmente composiciones, dándonos, en fin, una seguridad en el material que utilizamos: tal sucede con Ramírez Pagán, Pedro de Padilla, Cristóbal de Mesa, Rey de Artieda, Romero de Cepeda o Lope de Vega. Salvo Lope, su producción no es comparable con la de Fray Luis de León, Garcilaso, San Juan de la Cruz o Gutierre de Cetina.

 

Manuscritos:

-         Cancioneros colectivos: hechos por coleccionistas con composiciones poéticas que presentan cierta unidad cronológica, temática, estilística o geográfica. Por ejemplo, encontramos volúmenes en los cuales se ha agrupado la poesía de Horacio traducida por diversos escritores españoles, o la de autores del ciclo antequerano, o conjunto de sonetos, etc.

-         Volúmenes de varia poesía: Poesías varias, denominación del volumen en el que aparece el tesorillo poético de un aficionado, tal como le han ido llegando por afán de coleccionar con el único criterio de estar en verso.

 

Pliegos sueltos: cuaderno de pocas hojas destinado a propagar textos literarios ente la gran masa lectora, principalmente popular. Nace con los albores de la imprenta el cuadernillo barato que reune un haz de composiciones para cantar o leer, patrimonio literario de un pueblo atenido antes a la tradición oral. El romance, la copla y el villancico se extienden por toda la geografía peninsular con rapidez y amplitud. Libros gruesos y caros para minorías, pliegos sueltos para las masas. Doblados en varios cruces para mejor caber en la faltriquera, la rotura era normal. Incansablemente, sin pausa y durante siglos, ciegos cantores y músicos ambulantes no han vivido sino de atender, en cualquier esquina o plaza, la cuerda en que sostenían, colgados por la doblez principal, esos pliegos de cordel. Ese vehículo es importantísimo para la transmisión de la poesía: todo el romancero viejo y todo el romancero artístico, antes de ir siendo recogido en volúmenes. La vitalidad de los pliegos poéticos es mayor que la de la prosa.

 

Colecciones antológicas impresas desde 1511 hasta 1599: Cancionero General, 1511, y sus derivaciones en el XVI. Otras colecciones poéticas menores.

 

Los cancioneros son una fuente indispensable de conocimiento.