Resumen:
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Michel
Foucault ha afirmado que en la locura "se establece el equilibrio;
pero lo oculta bajo la nube de la ilusión, bajo el desorden fingido
(...) Esta brusca vivacidad, este azar de los ademanes y palabras, este
viento de locura (...) es el tipo mismo de artificio barroco. La locura
es el gran engañabobos de las estructuras tragicómicas de la
literatura preclásica". Igualmente, Foucault se manifiesta
convencido de que el rasgo fundamental del mundo de las imágenes es que
"su poder no es ya de enseñanza, sino de fascinación."
Curiosamente, los textos de la controversia española sobre la licitud
moral del teatro, concretamente los detractores, establecieron también
el binomio comedia y locura que me propongo explorar. Foucault concibe
la locura como mecanismo equilibrador de una identidad que, lógicamente,
percibe enferma en su origen: es el loco, y no el cuerdo, el que
proporciona salud al cuerpo enfermo, posiblemente porque la locura es
entendida como condición previa o consecuencia lógica de la cordura.
Por el contrario, el moralista detractor ve en el loco un poderosísimo
virus que amenaza constantemente la salud del cuerpo social,
cuestionando así la superioridad natural de ese cuerpo "sano"
definido desde la ortodoxia oficial de su discurso. Paradójicamente, el
postestructuralismo foucaltiano y el contrarreformismo del detractor
español del XVII caminan por similares derroteros, si bien en dirección
contraria. Foucault ha definido la locura en términos que son
conscientemente teatrales; los moralistas detractores explicaron el
teatro en términos de locura. Para estos últimos, la comedia no fue
sino el espacio, tiempo e instrumento de la enajenación, el
desequilibrio, la locura. Locura de la que explicaron sus diferentes síntomas,
dibujando así los contornos de un cuerpo social que, política, social,
ontológica y sexualmente se abría, sin grandes resistencias, a la
enfermedad. |