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ODA A ROOSEVELT de RUBÉN DARÍO
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Objetivos
del curso
- Ofrecer un panorama
general de lo fue que en el fin de siglo la lectura de Cervantes, distinguiendo
entre “Cervantismo” y “Quijotismo”.
- Insertar la lectura
finisecular española de Cervantes y de su obra en los parámetros
culturales e ideológicos del momento.
- Revisión de
las más relevantes lecturas del Quijote.
Plan de trabajo:
- Clases teóricas:
exposición general del panorama del fin de siglo, con la obra de
Cervantes como referente.
- Trabajo práctico:
cada alumno elegirá, para trabajarlo individualmente, un texto
significativo de “fin de siglo”. Dispondrá de 30 minutos para su
exposición pública.
- Debate público
sobre un cuestionario que se elaborará al hilo del desarrollo del
curso.
Materiales
A disposición de los alumnos matriculados en el curso, en el servicio
de reprografía de la Facultad de Filosofía y Letras, existe
un dossier, con materiales referentes a la materia.
Evaluación
La evaluación final se decidirá a partir del
trabajo individual presentado y expuesto por los estudiantes, pero
se tendrá en cuenta también la asistencia y participación
en el desarrollo del curso.
A ROOSEVELT
¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.
Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.
Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y, pues contáis
con todo, falta una cosa: ¡Dios!
(de
Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas, 1905,
de Rubén
Darío)
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