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martes, octubre 05, 2004
MST
Este es un trabajo de una compañera llamada María de Estrada. Me pareció que
esta es la clase de productos que valen la pena compartir.
Mis felicitaciones para María de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra: Otro mundo es posible.

El Golpe de Estado de 1964 tuvo consecuencias inmediatas para el campo
brasileño, ya que se planteó como principal objetivo "modernizar" las
estructuras agrarias conforme al nuevo modelo que incorporaba a Brasil como
proveedor de materias primas en el mercado mundial, basándose en la alianza
entre el capital financiero y la vieja burguesía agraria. Este proceso de
mecanización, concentración de las tierras y expansión del cultivo de soja
transgénica, produjo la sustitución de la mano de obra rural acompañado por un
gran aumento de la producción a gran escala sobre la base de la expulsión de
los trabajadores rurales asalariados, los arrendatarios y aparceros de los
latifundios, principalmente en el Sur del país. Muchos de estos productores
encontraron una solución migrando a la s fronteras agrícolas, donde el gobierno
federal implementó proyectos de colonización. Esto significó una transferencia
neta de mano de obra desde el sur del país hacia la zona del Amaz onas, con el
fin de extraer de allí maderas y desmontar inmensas extensiones de tierra para
la incorporación de este espacio a la producción extensiva.

Otra parte de la población expulsada del campo se dirigió hacia las ciudades,
donde se estaba llevando a cabo un fuerte proceso de industrialización conocido
como "el milagro brasileño", milagro que duró menos de 10 años.

Expulsados del campo por la modernización de la agricultura y marginados de la
ciudad por el fracaso de la industrialización, se plantea un interrogante que
intenta ser respondido por el MST día a día: ¿Qué perspectivas restaban para
estos trabajadores sin tierra?

El Estado brasileño pudo profundizar sus políticas de concentración de la tierra
y de reorientación de la producción agrícola ayudado por la constante represión
de los distintos movimientos campesinos, intentando "disciplinar" (sin éxito),
la mano de obra rural. Pese a esto, la resistencia campesina se fue
rearticulando acompañada por la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT),
institución de la Iglesia Católica que actuó como aglutinadora de los distintos
reclamos de los trabajadores rurales.

En 1979, en el Estado de Río Grande Do Sud, se produjo la primera ocupación de
la tierra en la Hacienda Sarandí, que ocupaba 24.000 hectáreas. Con el apoyo de
la CPT, 1200 familias se establecieron allí, con el lema de la lucha por el
derecho a trabajar.

En 1980 comenzaron las ocupaciones en el Estado de Santa Catarina y en 1981 en
Paraná y Sao Paulo, extendiéndose esta modalidad de ocupación de la tierra por
todo el país. Mientras tanto, la CPT comenzó a promover el debate y encuentro
entre los distintos movimientos, los cual significó un reconocimiento por parte
de estos actores sociales de que su realidad se repetía en los distintos
Estados y llevó a la clara distinción del conflicto: su principal enemigo era
el modelo de desarrollo económico, que beneficiaba los intereses de los
latifundistas y de los grandes empresarios, a costa de los pequeños productores
y los sectores más desfavorecidos de Brasil. Se puede afirmar que se trata de
un proceso de creación de "conciencia de clase", lo cual permitiría articular
la lucha de una manera mucho más sólida y contundente.

En 1984 se realizó en la ciudad de Cascavel, Estado de Paraná, el Primer
Encuentro Nacional de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, donde se fundó el
Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), declarando como
objetivos fundantes que la tierra debe estar sólo en manos de quienes la
trabajan, que su lucha es por una sociedad sin explotados ni explotadores y que
se trata de una lucha que debe ser articulada con los trabajadores de la ciudad
y del resto de América Latina. En el plano específico de la lucha por la
tierra, el MST buscaba la legalización de la tierra ocupada por los
trabajadores, la desamortización de los latifundios y de las tierras de las
multinacionales, la prioridad de las políticas gubernamentales dirigidas hacia
los pequeños productores, teniendo como base de su reivindicación la Reforma
Agraria en Brasil.

Si bien el Presidente Sarvey, primer gobierno democrático luego de 20 años de
dictaduras militares, firmó la puesta en marcha del Plan Nacional de Reforma
Agraria, éste no se llevó a la práctica (se asentaron sólo el 6% de las
familias previstas). La falta de respuestas llevó a la profundización de la
lucha del MST, que fue transformándose no sólo en una lucha por la tierra, sino
básicamente en una lucha clasista, postura que implicó la ruptura con la
Iglesia Católica.

Durante el gobierno de Fernando Collor, la confrontación entre el Estado y el
MST, cuyos objetivos se iban consolidando, se potenció y en sus dos años de
mandato sólo se asentaron 500 familias. Fue este gobierno que permitió que del
partido político organizado por los fazenderos y sectores de la burguesía
asociados al capital financiero, se crearan fuerzas paramilitares que actuaran
contra el MST exterminando a muchos de sus principales líderes.

En 1993, la Cámara de Diputados aprobó la Ley Agraria, que volvía a colocar la
cuestión de la "función social" de la propiedad de la tierra (establecida
incluso en la Constitución del país), como principal criterio para la
desapropiación. Esta ley fue rápidamente modificada en respuesta a las
presiones de los distintos grupos de poder, por lo que perdió el espíritu con
el que había sido sancionada.

En el año 1995, apoyado por los latifundistas y los principales grupos
económicos, Fernando Henrique Cardoso fue electo Presidente de Brasil. Su
gobierno priorizó la apertura del mercado a las importaciones, estimuló la
entrada de capitales extranjeros y la privatización de empresas estatales. En
ese mismo año, en el Congreso Nacional del MST, fueron replanteados los
principales objetivos del Movimiento, ya declarado Movimiento de masas de
carácter sindical, popular y político. Sus objetivos generales pasaron a ser:

1- Construir una sociedad sin explotados donde el trabajo tenga supremacía sobre
el capital.

2- La tierra es un bien de todos, por lo que debe estar al servicio de toda la
sociedad.

3- Garantizar trabajo a todos, con una justa distribución de la tierra, la renta
y las riquezas.

4- Buscar permanentemente la justicia social y la igualdad de los derechos
económicos, políticos, sociales y culturales.

5- Difundir los valores humanistas y socialistas en las relaciones sociales.

6- Combatir todas las formas de discriminación social y buscar la participación
igualitaria de la mujer.

También incluyen en el plano de la Reforma Agraria los tópicos referidos al
sistema cooperativo, la agroindustria, la utilización de tecnología, la
problemática ambiental y la educación, entre otros temas abordados.

FHC agudizó las políticas de apertura de Brasil al mercado externo e incumplió
sus promesas sobre entrega de tierras a campesinos. Durante su primer mandato
fueron asesinados 150 trabajadores rurales y se sucedieron terribles masacres
como la se Eldorado dos Carjás, con 19 muertos, o la de Corumbiara, donde
murieron 11 campesinos, entre ellos un niño de 7 años. Así mismo, en este
primer mandato se produjo un salto en el número de ocupaciones llevadas a cabo
por el MST y el número de familias involucradas en las mismas. En 1998, por
ejemplo, hubo 599 ocupaciones en las que participaron más de 76.000 familias.
Este crecimiento si bien podría ser relacionado con una postura inicial del
gobierno, que se mostraba en un principio más abierto al diálogo y a las
presiones reivindicativas, dando así mayor espacio político a los movimientos
sociales, tiene en realidad otra explicación más fuerte. El aumento de los
niveles de desempleo durante la década del `90 en Brasi l, la mecanización de
la cosecha de muchos productos agrícolas y la inviabilidad de la pequeña
producción agrícola dentro de este contexto, provocaron mayor marginalidad,
pobreza y hambre para la mayoría de la población. Esta política estatal
excluyente, a la vez que extrema las condiciones de pauperización de la
población, amplía las bases sociales de los movimientos de lucha por la tierra
en Brasil, generando una acción más fuerte por parte del MST.

Durante el segundo mandato de FHC (1999- 2003), el número de ocupaciones
descendió notablemente. En el 2001 hubo sólo 194 ocupaciones que involucraron a
26.000 familias. Esto se vincula a un conjunto de medidas llevadas a cabo por
el gobierno para debilitar al MST. El movimiento, consciente de las
dificultades que enfrentaba, priorizó la defensa de las conquistas ya
realizadas y la lucha por el crédito agrícola, contra los transgénicos, etc.

Pese a la histórica relación entre el PT y el MST, el movimiento dejó en claro
con su accionar que su lucha es por la reforma agraria, la justicia social y la
construcción de una nueva sociedad igualitaria y socialista. Lula continuó el
modelo promovido por FHC y no llevó a cabo la Reforma Agraria que durante
tantos años pregonó. El abril rojo, con más de 80 haciendas ocupadas, es una
nítida demostración de que el MST no busca transformarse en un partido político
ni mantiene alianzas que se alejen de su objetivo último, que es la destrucción
del capitalismo.

El modo en que opera el MST: las distintas etapas de ocupación de la tierra

La ocupación constituye la forma de lucha más importante . Se trata de la
entrada y el acampamento de los trabajadores sin tierra dentro de una hacienda.
Para que la tierra sea susceptible de ser ocupada debe tratarse de un
latifundio improductivo, con lo que la ocupación pasa a ser un espacio de lucha
y resistencia para darle a la tierra su función social. Es por esto que se
destaca que ocupar no es invadir, ya que estas tierras están vacías de su
función social.

Los acampamentos se establecen luego de las ocupaciones y su duración es muy
variable ya que dependen del reconocimiento y asignación de las tierras por
parte del Estado. Se organizan internamente en torno a los principios de
democracia, participación de todos en las decisiones, división de las tareas y
dirección colectiva. Como las tierras todavía no les son reconocidas, no se las
pone en producción, por lo que se sustentan con el producto del trabajo de los
acampados, la colaboración de miembros del movimiento que ya conquistaron las
tierras, la solidaridad de personas y entidades y recursos provenientes del
gobierno. La educación es un elemento clave, ya que es un proceso de fuerte
concientización y compromiso con la lucha. Las duras condiciones que deben
atravesar y la solidaridad que se establece para poder sobrepasarlo, refuerzan
este proceso.

Los asentamientos, una vez que el Estado ya les otorgó las tierras para su
puesta en producción, son el resultado de un largo proceso de lucha que incluye
el acampamento, marchas, actos públicos, etc. Esto genera que la unión, la
solidaridad, la resistencia y la cooperación sean los valores rectores. En los
asentamientos, cada familia organiza su producción y su existencia. Si bien el
Estado les entrega las tierras para su producción, la propiedad de las mismas
es conservada por el Estado, ya que el MST propone romper con el régimen de
propiedad privada heredable, y según sus propias palabras, su mayor herencia
para sus hijos constituye la convicción por la lucha, la cultura del trabajo,
por lo que ellos mismos deben procurar sus tierras y vivir este proceso.

El modo en que cada asentamiento se organiza depende de la elección democrática
que hagan sus miembros, quienes deciden si se produce colectivamente, el modo
de comercialización, el tipo de producción, etc. Los asentamientos no son sólo
un núcleo de producción, sino que se constituyen también en núcleos sociales,
el centro de convivencia donde se llevan a cabo los proyectos de las diferentes
familias. Los distintos asentamientos se articulan en cooperativas que permiten
obtener beneficios económicos (aumento de capital, obtención de créditos, etc),
beneficios sociales vinculados a infraestructura, educación, salud, y
beneficios políticos, ya que la cooperación lleva a superar las luchas
específicas dando lugar a luchas de la sociedad como un todo, donde la fuerza
de los campesinos toma importancia y puede contribuir a la construcción de una
nueva sociedad.

De la lucha práctica del MST fueron surgiendo diversos núcleos que conformaron
la organización interna del movimiento y que constituyen sus ejes de
desarrollo. Los principales son el Frente de Masas, que se ocupa de la
construcción de conciencia y de identidad con la lucha y con el movimiento, el
sector de formación relacionado con el proceso de comprensión del
funcionamiento del sistema capitalista, la construcción de sistemas
alternativos y la formación sociopolítica de los militantes. El Sector de
Educación involucra la educación de los chicos y la alfabetización de jóvenes y
adultos. Otros sectores de igual importancia son el de producción, cooperación
y medio ambiente, de comunicación, salud, derechos humanos, género, relaciones
internacionales y cultura.

Pasaron 20 años, más de 400.000 familias en acampamentos o asentamientos, más de
1,7 millones de personas que día a día luchan por la Reforma Agraria trabajando
la tierra. Los resultados del modelo impuesto demuestran que sin reforma
agraria no habrá democracia, igualdad ni justicia social, y que esa lucha que
en un principio aparecía como contra el latifundio, es en realidad una lucha
más difícil y larga, una lucha contra el modelo imperante. Pero a su vez, si
bien al principio su resistencia aparecía como la de los campesinos, los
procesos llevaron al "descubrimiento" como clase y así a la adquisición de
conciencia de clase, lo cual refuerza las bases ideológicas que sustentan su
práctica cotidiana.

En Brasil, los latifundios representan el 1% de los establecimientos agrícolas,
pero ocupan el 45% de las tierras, muchas veces no explotadas. Simultáneamente,
más de 4 millones de familias no tienen tierras donde volcar su trabajo, donde
construir su proyecto de vida y de sociedad. El MST erige su lucha sobre una
reforma agraria que viabilice los deseos de la clase trabajadora brasileña de
construir una nueva sociedad igualitaria y socialista, donde la producción en
el campo se eleve teniendo en cuenta la supremacía del trabajo sobre el
capital.

La tierra debe ser entendida como un bien de la naturaleza al servicio de toda
la sociedad, y así la propiedad de la tierra debe estar subordinada al
cumplimiento de esta función social. Este espacio, cuya estructura se
naturaliza, sabemos es producto de las históricas relaciones de producción que
allí se han sucedido. Fue construido a espaldas de la inmensa mayoría del
pueblo brasileño, sobre la base de su explotación y marginación, pero ahora ese
pueblo se levanta para ocupar las tierras como un movimiento con conciencia de
clase que busca transformar la sociedad construyendo otra realidad. Como dice
Eduardo Galeano, "aceptamos lo inaceptable como si fuera parte del orden
natural de las cosas y como si no hubiera otro orden posible. El sol enfría, la
libertad oprime, la integración desintegra, nos guste o no nos guste, no hay
manera de evitarlo. Elija usted entre eso o eso." Creo que allí se encuentra
precisamente el incalculable valor del MST, la de sconstrucción de este
pensamiento único que nos imponen día a día, y la puesta en práctica con la
lucha y el trabajo cotidiano, de la convicción de que otro mundo es posible.

María de Estrada

Estudiante de Geografía

Universidad Nacional de Mar del Plata

Bibliografía:

Borón, Atilio (compilador). "Nueva Hegemonía Mundial. Alternativas de cambio y
movimientos sociales". Buenos Aires. Ed. CLACSO, 2004.

Busto, Edelmiro Alejandro. "Al cielo por asalto. El MST y su lucha por el
socialismo en Brasil". En Asalto a la Razón. Año 1. Nº1. Agosto de 2000.

Morissawa, Mitsue. "A história da luta pela terra e o MST". Sao Paulo. Expressâo
Popular, 2001.

Seoane, José (compilador). "Movimientos Sociales y conflicto en América Latina".
Buenos Aires. Ed. CLACSO, 2003.

Seoane, José y Taddei, Emilio. "Resistencias Mundiales, de Seattle a Porto
Alegre". Buenos Aires. Ed. CLACSO, 2001.

O problema é o poder
Se alguém ainda acredita que tem "poder de mudança" no voto, lamento
informar: o problema é a questão do PODER.

Não é a questão de quem está lá, ou quem pode estar, e sim a estrutura que
está posta.

Para quem assistiu a briguinha pessoal entre M. Moore e Bush em "Farenheit -
11 setembro", pode ver por trás dos panos a briga não pela "democracia"
estadunidense, mas uma campanha a favor de Kerry (aproveitando a antipatia
existente entre Moore e Bush).

Então, se entrar Kerry, o mundo estará a salvo? As coisas vão melhorar?
E na minha cidade (Curitiba), mudará realmente algo entrando o PT? E se
entrar o PFL? E se entrar o cara que promete passe livre para os estudantes?
E se entrasse então o PSTU, melhoraria? Melhoraria pra quem?

Agora, falando com os colegas da UFPR: como foi a experiência nas eleições
do DCE, sendo "bancados" por partidos políticos com interesses próprios?

E o pior de tudo isso, é que não consigo apresentar nenhuma solução prática
e rápida para o problema. A solução que eu vejo ainda é uma revolução
cultural, resultado de um processo consideravelmente lento para os dias
atuais. Ainda assim, se essa é a única saída que eu vejo, vou continuar
lutando para que isso aconteça. Lutando com unhas e dentes (até ficar
banguela talvez! hehehe)

Se alguém pensou em alguma solução para os diversos problemas mundiais,
gostaria que compartilhassem. A troca de idéias pode ser muito rica nesse
tempo de "terrorismos diversos" que vivemos

Abraços,
Marcos Torres

(Segue matéria extraída da Caros Amigos On-line www.carosamigos.com.br)
Bom augúrio, apesar de Kerry

por José Arbex Jr.
Kerry, entre outras coisas que demonstram seu perfil alinhado à política
externa da Casa Branca, já fez as tradicionais e ritualisticamente
obrigatórias juras públicas de condenação a Cuba e de apoio incondicional a
Israel

“Meus amigos no Partido Democrata, e estou feliz de poder chamar vários
deles de meus amigos, nos garantem que compartilham a nossa convicção de que
a obrigação mais importante de nosso governo é ganhar a guerra contra o
terrorismo, e não duvido de sua sinceridade (...). Lembremo-nos de que não
somos inimigos, mas camaradas em uma guerra contra um verdadeiro inimigo”,
declarou o senador John McCain em seu discurso, no dia 31 de agosto, durante
a abertura da convenção nacional do Partido Republicano, realizada no famoso
ginásio de esportes e centro de convenções Madison Square Garden, em Nova
York. O discurso “conciliador” de McCain, pronunciado durante o encontro que
oficializou a candidatura de George Bush, explicita a grande questão das
eleições presidenciais estadunidenses: a manutenção da estratégia de “guerra
ao terror”, quem quer que seja o vencedor. Do ponto de vista do
establishment, esse, precisamente, é o ponto que deve permanecer intocado.

Do lado de fora do Madison Square Garden, a polícia armou um esquema de
guerra para proteger a convenção não de um suposto ataque terrorista, mas de
dezenas de milhares de manifestantes (apenas no domingo, dia 30, foram algo
entre 150.000 e 250.000) que não aceitam a idéia de ver Bush reeleito. Uma
imensa área compreendida por doze ruas próximas ao local ficou fechada ao
tráfego, e mesmo o acesso de pedestres foi extremamente controlado por cerca
de 10.000 policiais, agentes do FBI (polícia federal), unidades de elite e
serviços secretos, segundo informaram as agências de notícias. Isso é muito
significativo, quando se recorda que Nova York foi o grande alvo do atentado
de 11 de setembro de 2001. Se o objetivo do Partido Republicano, ao realizar
a convenção em Manhattan, tradicional reduto democrata, era o de capitalizar
os sentimentos da população de repúdio ao terror, o tiro saiu pela culatra.

John Kerry, o adversário democrata de Bush, reza pela mesma cartilha da
“guerra ao terror”. Há uma diferença de forma e tom do discurso: Kerry fala
mais em diálogo com os aliados, em operações e estratégias acertadas no
quadro das instâncias multilaterais, como a Organização das Nações Unidas
(ONU) e a Organização do Tratado do Atlântico Norte (OTAN). Mas não coloca
em dúvida o essencial, o ponto ao qual McCain faz referência. Nem poderia. A
“guerra ao terror” não foi criada por Bush, nem foi realmente motivada pelo
atentado de 11 de setembro, que forneceu apenas o pretexto conjuntural para
colocar em marcha o processo de ataque ao Afeganistão e a aprovação do
Decreto Patriótico (um calhamaço de várias centenas de páginas que não
poderia ter sido escrito no prazo de algumas semanas decorrido entre a data
do atentado e a de sua aprovação pelo Congresso, em 26 de outubro).
Corresponde a uma estratégia de longo alcance, cujo objetivo é consolidar a
hegemonia da superpotência no século 21. Nesse sentido, é uma plataforma tão
“kerryana” quanto “bushista”.

Bush e Kerry vêm do mesmo estrato social. Ambos pertencem a famílias
multimilionárias e estudaram em Yale (situada em New Haven, Estado de
Connecticut, uma universidade destinada à elite econômica dos Estados
Unidos), onde freqüentaram a mesma associação de alunos, Skull and Bones
(crânio e ossos). E Kerry, entre outras coisas que demonstram seu perfil
alinhado à política externa da Casa Branca, já fez as tradicionais e
ritualisticamente obrigatórias juras públicas de condenação a Cuba e de
apoio incondicional a Israel, além de ter pedido que o novo
primeiro-ministro espanhol, José Luis Zapatero, voltasse atrás na intenção
de retirar as tropas de seu país do Iraque. Assim, se Kerry não é igual a
Bush, tampouco é fundamentalmente distinto.

A grande possibilidade de que algo mude de fato nos Estados Unidos, nesse
quadro, não vem da “alta política” partidária, mas das movimentações que
acontecem na base da sociedade, notada por manifestações como as que
ocorreram dia 30, diante do Madison Square Garden, por vários atos
realizados nos últimos meses, contra a presença de tropas estadunidenses no
Iraque, além de outros sinais mais difusos, mas também importantes, como a
acolhida dada ao documentário de Michael Moore (que, aliás, participou da
convenção republicana, como jornalista, onde levou uma tremenda vaia por
parte dos cerca de 50.000 presentes). São sinais de que o consenso nacional
construído pelo impacto de 11 de setembro começa a perder seus efeitos, por
mais que a Casa Branca procure manter um clima artificial de pânico,
multiplicando advertências de um “possível novo atentado”.

Isso não significa que haverá uma “corrida às urnas” contra Bush, nem
significa que júnior será necessariamente derrotado, até porque Kerry, além
de não ter nada de fundamentalmente novo a dizer, não é do tipo que empolga
multidões, como mostram as pesquisas e os comentários feitos por seus
próprios partidários. Outra coisa é que a eventual derrota de Bush,
independentemente das intenções de Kerry, portará um componente mais forte e
explícito de rejeição ao militarismo, e estimulará os setores mais
mobilizados da opinião pública estadunidense. É uma razão forte o suficiente
para fazer com que lideranças do movimento antiglobalização, incluindo
Michael Moore, convoquem o voto em Kerry.

Se por ora é impossível prever quem será o vencedor, é certo que, em
qualquer hipótese, o novo presidente encontrará uma opinião pública menos
disposta a apoiar aventuras militares e menos vulnerável à retórica
patriótica (o “papelão” no Iraque não dá grandes margens a ufanismos). Nos
dias que correm, é um bom augúrio.

José Arbex Jr. é jornalista.

Digitando o Futuro

Digitando o Futuro
www.curitiba.org.br
Texto Eduardo Galeano
Apartándonos del informe del Pnud, presentare a ustedes un texto del magnifico Eduardo Galeano.

Concidero que estas pocas líneas, cargadas de inteligencia y rigor, son digno reflejo de la realidad histórica, política, social y democrática colombiana; y adquieren suprema trascendencia para aquellos que quieran considerar –y analizar– lo que nos ha traído hasta donde estamos.

Escuchen con astucia. Esperare sus comentarios.

***


(lectura 1 minuto)

1948

Bogotá

Vísperas

En la plácida Bogotá, morada de frailes y juristas, el general Marshall se reúne con los cancilleres de los países latinoamericanos.

¿Qué nos trae en sus alforjas el Rey Mago de Occidente, el que riega con dólares los suelos europeos devastados por la guerra? El general Marshall resiste, impasible, con los audífonos pegados a las sienes, el discurserío que arrecia. Sin mover ni los párpados, aguanta las larguísimas profesiones de fe democrática de muchos delegados latinoamericanos ansiosos por venderse a precio de gallo muerto, mientras John McCloy, gerente del Banco Mundial, advierte: ––Lo lamento, señores, pero no he traído mi libreta de cheques en la maleta.

Más allá de los salones de la Novena Conferencia Panamericana, también llueven discursos todo a lo largo y a lo ancho del país anfitrión. Los doctores liberales anuncian que traerán la paz a Colombia, como la diosa Palas Atenea hizo brotar el olivo en las colinas de Atenas, y los doctores conservadores prometen arrancar al sol fuerzas inéditas y prender con el oscuro fuego que es entraña del globo la tímida lamparilla votiva del tenebrario que se enciende en vísperas de la traición en la noche de las tinieblas.

Mientras cancilleres y doctores claman, proclaman y declaman, la realidad existe. En los campos colombianos se libra a tiros la guerra entre conservadores y liberales; los políticos ponen las palabras y los campesinos ponen los muertos. Y ya la violencia está llegando hasta Bogotá, ya golpea a las puertas de la capital y amenaza su rutina de siempre, siempre los mismos pecados, siempre las mismas metáforas: en la corrida de toros del último domingo, la multitud desesperada se ha lanzado a la arena y ha roto en pedazos a un pobre toro que se negaba a pelear.


Por: Eduardo Galeano

Uruguayo. Autor de Memoria del fuego, trilogía sobre la historia de la América Latina. El documento anterior pertenece al tomo final de esta obra, El siglo del viento.

Jhonatan Gutierrez

U. Nal Bogotá- Colombia


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